Afición de primera calidad

pablo gómez / pedro barreiros A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

Los aledaños de Riazor, repletos de aficionados antes del partido
Los aledaños de Riazor, repletos de aficionados antes del partido

Desde la concentración en la sobremesa hasta el pitido final tiró del equipo

02 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Un autobús con banderines. Un taxi con un lazo en la antena de radio. Un perro vestido con la blanquiazul. Un balcón con una bandera. Una pancarta a la entrada de un bar. Dos mil personas a voz en cuello ocupando la plaza de Pontevedra. El Dépor se juega la permanencia. El deportivismo siempre será de Primera. Alta fidelidad.

A cuatro horas del comienzo del encuentro, ya había corazones llamando a las puertas del municipal de Riazor. Una concentración convertida en marcha por el paseo marítimo empujó al equipo. Esperar a que el balón rodase, tiempo perdido. Pero que no se pierda el sentido del humor. Una pareja de avanzada edad observa la marea humana desde su ventana en las inmediaciones de la fuente de las Catalinas. La marabunta se detiene y les pide que saluden. Y un beso. Y un forza Dépor («Lololo...»).

A partir de ese momento, no hay descanso en el aliento al equipo. Manuel Murguía fue una multitudinaria sala de espera. Bengalas, gruesos petardos, «Pizzi dame tu camiseta», «Riki no te vayas», «Valerón, quédate». «Si pierden, no vuelvo a llorar más por ellos», se escucha.

Asoma el autobús del Dépor. Manuel Murguía salta por los aires. Fernando Vázquez y el Flaco, salvados para siempre. Llega la Real. Nadie dijo que iba a ser fácil. Hora y media de calentamiento. La afición demuestra estar preparada. ¿Y el equipo?

Aranzubia calienta puño en alto y Valerón agradece el abrazo de la grada. A Vázquez se le echa el tiempo encima. «Sempre con nós», reza una pancarta.

Arranca el partido, ya queda menos. Ocasión para la Real. Mal informados, lo celebran en Balaídos. Marca el Valencia. Riazor, atento al transistor, se remueve en su grada y, algo inaudito, lo celebra. No hay margen al desconcierto. Anota Insa para los celestes y Alfaro para el Mallorca. A partir de entonces, la locura en cuatro campos. Descendidos provisionales, ascendidos momentáneos, una hora de esquizofrenia por delante.

El deportivismo decide cambiar el discurso. Pensar más en lo propio que a lo ajeno. («Lolololo...»). Griezmann apuñala un gol hasta el alma. A sufrir.

Lo que sucedió después se resume a golpe de cincel. Remontada imposible. Incertidumbre. Drama. Lágrimas. Adiós a Valerón. Más lágrimas. Aplausos a la honestidad de la Real. Y otra lección del deportivismo a su equipo.