El Deportivo se descompone en el campo y fuera de él

La Voz

TORRE DE MARATHÓN

Pintada en Riazor contra Lendoiro
Pintada en Riazor contra Lendoiro CESAR QUIAN

El equipo transmite síntomas preocupantes y protagonizó un vodevil fuera del césped tras caer ante el Granada

10 feb 2013 . Actualizado a las 22:43 h.

El Deportivo vivió una madrugada de sábado que rozó la pesadilla por el drama deportivo y el vodevil por el surrealismo en lo institucional. La derrota contra el Granada aumentó la dificultad del reto de la salvación pero lo que vino después, con Domingos Paciência amenazando espantada y Lendoiro escuchando por primera vez en 25 años las críticas de Riazor, tiene escasos precedentes en la historia del club.

El Dépor está en un serio problema para lograr la permanencia. Ha conseguido una victoria en los últimos 13 partidos. Tan sólo la inoperancia de sus rivales le mantiene con vida y rebaja el umbral de la salvación, casi siempre en el imaginario listón de los 40 y pocos puntos, que esta temporada podrían ser menos. El calendario no es especialmente halagüeño: Sevilla, Real Madrid, Rayo Vallecano, Barcelona, Celta y Mallorca esperan en las próximas jornadas. Los dos gigantes incrustados en rivales directos por la permanencia, un trecho de campeonato de cuyo balance podrían salir conclusiones definitivas sobre la suerte del Deportivo.

Mientras, el efecto Domingos Paciência se difumina hasta convertirse en un problema. Después de dos partidos prometedores (victoria contra Málaga y empate en San Sebastián), la idea del técnico portugués de reforzar el armazón del equipo coruñés se ha enfrentado con la dura realidad: filtraciones en defensa y escasez de talento en la creación del juego. Su apuesta por jugadores como Andre Santos y Paulo Assunção ha resultado tan fallida como enervante para la afición, que vio cómo se marginaban a jugadores de mayor talento y trayectoria en el equipo (Valerón y Juan Domínguez). Tan mal lo ha visto Paciência que se puso en la puerta de salida del club tras perder contra el Granada, una situación insólita para un técnico que apenas lleva mes y medio en A Coruña, adonde llegó de la mano de Jorge Mendes, el agente encargado de gran parte de la planificación deportiva del Dépor.

El esperpento de Paciência lo continuó después Lendoiro, quien forzó a los capitanes a intentar convencer al entrenador para que no dimita, y dejando al técnico luso en una posición difícilmente sostenible para encarar el próximo partido en Sevilla. Lendoiro aseguró al finalizar la reunión improvisada a la 1 de la madrugada en los vestuarios de Riazor: «Hicimos el planteamiento de que no queremos que se marche, pero ahora no es una cuestión de plazos, sino que es algo que Domingos tendrá que hablar y pensar».

Derrota dolorosa, entrenador con voluntad de marcharse pero que está en el alero, presidente que delega en sus capitanes... Todo en una noche donde la afición de Riazor se giró por primera vez al palco para reclamar responsabilidades, un hecho inaudito en los 25 años de gobierno de Lendoiro en el Deportivo. La realidad del concurso de acreedores del club y su gestión deportiva, en manos de los intereses de un superagente, rebasó el límite del aguante de la afición blanquiazul. El «Lendoiro dimisión» restalló en el estadio (gesto que se repitió el domingo con una pintada en los exteriores de Riazor), síntoma inequívoco de la época más convulsa en la centenaria trayectoria del Deportivo.