Una comedia visceral

Beatriz Pallas ENCADENADOS

TELEVISIÓN

26 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El género de zombis ha dado mucho de sí en el cine y explotó en televisión con la eclosión de The Walking Dead y los Caminantes Blancos de Juego de tronos. Era difícil imaginar que el asunto de los muertos vivientes podría estirarse todavía en una comedia loca, y poco compatible con la hora de la cena, como Santa Clarita Diet, el renacer de Drew Barrymore.

Es previsible que el usuario de Netflix pase varias veces por encima de la serie en el menú hasta que un día decide entrar sin grandes expectativas. Esperar poco es lo mejor que le puede pasar. Lo sorprendente de su historia incoherente, transgresora y repleta de vómito y vísceras gelatinosas, es que muchos espectadores reacios acaban enganchados a sus situaciones absurdas, que insisten de nuevo en desmontar la vida idílica de los barrios residenciales, esta vez por la vía gore.

En una escena que provoca arcadas a los estómagos poco hechos, la eterna niña de E.T. se transforma en una mujer zombi que se enfrenta al desafío de procurarse cada día el sustento a base de vísceras y carne fresca. Aunque al comienzo sobrevive con suministros de supermercado, una vez que cata la proteína humana ya no hay marcha atrás. Ella y su confundido marido, el mejor personaje de la serie, se ven envueltos en una descabellada carrera logística por comer gente y limpiar la sangre.