Chicote molecular

Beatriz Pallas ENCADENADOS

TELEVISIÓN

18 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Alberto Chicote vuelve a convertirse esta semana en el terror de los restaurantes poco aseados, papel de ejecutor que le dio la fama. Antes, ha estado precalentando en otra de sus facetas, la de divulgador gastronómico, con un especial empírico sobre las dietas y con la segunda entrega dedicada a desmontar o confirmar los mitos de los alimentos. Las creencias que sin juzgar atribuimos a la comida le están dando mucho juego al cocinero y su equipo, que inventan formas vistosas de medir los efectos invisibles del sustento, como el aparato para comparar flatulencias de los comensales después de comer lechuga con las emitidas tras una consistente fabada.

Más allá de piruetas surrealistas para animar el prime time, el programa responde a dudas tan arraigadas que acaba por resultar de utilidad para el espectador, que descubre las pocas calorías que tiene una patata o cómo, para evitar el acné, ha malgastado una adolescencia sin chocolate cuando no hay evidencia que lo vincule. Chicote también estuvo en el puerto de Vigo comprando merluza fresca para compararla con otra ultracongelada. En el campus de Lugo averiguó que el poder nutritivo de ambas es el mismo, pero una cata a ciegas reveló lo que todo el mundo conoce, que la fresca sabe mejor.