George Clooney, ese mito, se hizo famoso con una serie de televisión. Fue hace mucho tiempo, cuando ser serieadicto no resultaba cool, cuando los productos realizados para la pequeña pantalla recibían el menoscabo y el desdén propios de quien juega en segunda división.
El actor, hasta hace poco soltero de oro, hoy consorte de esa estrella emergente llamada Amal Alamuddin, interpretaba entonces al doctor Doug Ross, un médico de un hospital ficticio de Estados Unidos. La serie se llamaba Urgencias.
El personaje de Clooney las pasó canutas en la ficción, pero pediría papas si tuviera que meterse en la realidad de los saturados y desbordados servicios de urgencias que hay en Galicia. Son unas trincheras a veces tan cruentas como las de la Primera Guerra Mundial, en las que se hacinan los pacientes, donde un ejército esforzado, voluntarioso y disciplinado libra todos los días una intensísima batalla contra virus, bacterias, enfermedades graves... Las tropas tienen preparación y disposición, pero un enemigo implacable y atroz se esconde en su casa.
Ustedes lo conocen: le gusta la desigualdad, tiene afán privatizador, se disfraza de eficiencia y disimula cuando se acercan las elecciones. Da miedo. Y su verdadero nombre es recorte.