LOS programas de Ana Rosa Quintana (Telecinco) y Concha García Campoy (Cuatro) se parecen mucho y vienen a demostrar que en la televisión es muy difícil aportar nuevas ideas. También en los magacines matinales. Ambas profesionales apostaron ayer por una entrevista con una actriz (Ivonne Reyes y Paz Vega, respectivamente); recuperaron la presencia de David Bisbal en otros programas de sus cadenas (Operación Triunfo y El Hormiguero); dejaron cocinar a sus colaboradores (Karlos Arguiñano y Darío Barrio), y cotillearon, con sus tertulianos del corazón, acerca del supuesto distanciamiento de Julian Muñoz e Isabel Pantoja. Nada realmente nuevo, por tanto, en la mañana televisiva, salvo una cuestión de estilo, que resulta más elegante y culto en el programa de Cuatro: Ana Rosa abría su programa avanzando que la última hora del romance entre Pipi Estrada y la actriz porno Lucía Lapiedra sería un plato fuerte del espacio. Concha prefirió conectar con Marta Fernández, que se encontraba con los voluntarios del Servicio de Urgencias de Madrid celebrando su decimoquinto aniversario. Un mayor refinamiento se aprecia también en la plantilla de colaboradores de Campoy. Poco tiene que ver la elegancia de Gonzalo Miró o el comedimiento de Rosa Villacastín con el estilo, llamémosle desenfadado, más agresivo, del conde Lequio o Belén Esteban. De momento Las mañanas de Cuatro de Campoy no ha hecho más que empezar, de ahí que su audiencia -en torno al 5% frente al 25% que alcanza El programa de Ana Rosa-, no significa nada todavía.