Y Van no vino

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PACO RODRÍGUEZ

26 jul 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

Galicia es por un día la Little Ireland soñada por los gallegos luminosos. Irlanda, faro y guía, ha enviado a este córner del Atlántico a sus mejores embajadores musicales. Los carteles anuncian a The Chieftains en Ortigueira y a Van Morrison en Compostela. El cronista lanza un céntimo al aire y sale la catedral de Santiago. Allá vamos. La lluvia cae con ira sobre Compostela, como si quisiera acribillar las piedras. Ajenos al diluvio, un grupo de seguidores del León de Belfast celebra un encuentro en la planta baja de la Casa das Crechas. Hay un ourensano que trabaja en Guatemala, Gabriel Borrajo, que ha hecho coincidir sus vacaciones con el concierto de Van. Será su primera vez. La segunda para José Ramón, el ex futbolista que levantó la primera Copa del Rey del Dépor, que ya escuchó al blanco de voz negra en San Sebastián. Hay alivio entre estos morrisonianos por el hecho de que el concierto no se celebre en el Multiusos do Sar, de acústica verbenera, lo que habría desmotivado al divo, un tiquismiquis en cuestiones de sonido. Según explican en el Concello, a Van se le ofreció el viernes este escenario alternativo, pero lo descartó. Sólo quería tocar en la plaza de la Quintana. Hacia ella vamos. Hay un bosque de paraguas a sus puertas, y aún queda hora y pico para el comienzo del concierto de nunca jamás. Empiezan a correr los rumores de suspensión. «Que toque en la catedral», propone un heterodoxo. En A Quintana, desde luego, va a resultar imposible. El escenario está calado hasta los cables. Las campanas marcan las nueve de la noche, hora de inicio. Un Mercedes negro irrumpe en la plaza. Es él. No saluda, aunque se lo piden a gritos. Así de arisco es. Cómo vamos a pedirle un atisbo de amabilidad, un saludo a pie de Mercedes o un gesto de consuelo, a un hombre que amenazó con llevar a los tribunales a unos hooligans que querían colocar una placa recordatoria en su calle natal de Belfast. Van ni se baja del coche, echa leña al fuego de su leyenda negra de soul blanco. Se va el Mercedes y por fin se comunica a los asistentes que el concierto ha sido suspendido. A Van y agua se quedan. Hay críticas al Concello por carecer de un plan B. Por no anunciar la suspensión por megafonía. En la taquilla explican que para convertir en euros ese dinero mojado en que se ha convertido la entrada se podrá acudir desde hoy a la plaza de Galicia (de 11 a 14 y de 17 a 21 horas). Desencantados bajo la lluvia, marchan hoy Quintana abajo. Van, que había pedido para cenar albariño y vieiras, toma rumbo a Lavacolla, donde aguarda en pista su jet privado. Dentro de un rato paseará en pantuflas por su casa de Bristol. A esa misma hora, en Santiago, donde llueve sobre mojado, alguien mira su carísima e intacta entrada y recuerda el título de uno de los mejores discos de Van: Himnos al silencio.