La muerte les sienta muy bien

Guillermo Pardo REDACCIÓN

TELEVISIÓN

Carlos Abella analiza en «Murieron tan jóvenes» la dramática existencia de algunos de los grandes iconos de la cultura popular de la centuria pasada

18 may 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

Dice un aforismo griego que los elegidos de los dioses mueren jóvenes. El fin prematuro de una persona provoca una conmoción mayor, distinta en todo caso, que la de otra con quien la vida ha sido generosa en años. Y si además el cadáver es exquisito, único, genial y reconocido popularmente, el dolor por su pérdida adquiere tal dramatismo que su dueño alcanza la inmortalidad y la categoría de mito. Sobre ese principio gira la idea que llevó a Carlos Abella a analizar en Murieron tan jóvenes las vidas, las efímeras vidas, de algunos de los personajes más atractivos, emblemáticos y legendarios del siglo XX. La mayoría de los treinta recogidos en este libro de rápida y fácil lectura tuvieron existencias dramáticas y finales trágicos, lo que, unido a su juventud, contribuyó a que se convirtiesen en iconos de decenas de generaciones, que los utilizaron como ejemplo de modo de vida y de entender el mundo o los erigieron en símbolos identificativos de momentos y acontecimientos históricos. Utopías El autor señala, en este sentido, que García Lorca es una leyenda de la cultura española porque murió prematura y dramáticamente, y su muerte es evocada como símbolo de la Guerra Civil, del mismo modo que el Che Guevara es un mito de la eterna utopía revolucionaria y paradigma romántico por excelencia de los jóvenes de todo el mundo. Quienes perdieron la vida en plena juventud y su óbito fue asociado a un fenómeno cultural o a un hecho histórico tienen garantizada la inmortalidad. Elvis Presley, Marilyn Monroe, James Dean, Van Gogh, Saint-Exupéry, Víctor Jara, Valentino, Jimi Hendrix, John Lennon, Janis Joplin o Montgomery Clift son algunos de esos personajes cuyos nombres y recuerdos permanecerán -gracias a sus películas, sus canciones, sus libros, sus pinturas o sus ideales- indelebles en la memoria colectiva porque no han sufrido el demoledor impacto del paso del tiempo. Por eso, concluida la lectura, queda la impresión de que a muchos de ellos la muerte, además de conservarlos envidiablemente jóvenes, los libró de mayores sufrimientos y que son todavía más ídolos muertos que vivos.