ALUCINANTES GALLINAS

La Voz

TELEVISIÓN

M.A. FERNÁNDEZ CINE

22 ago 2000 . Actualizado a las 07:00 h.

Que, en estos tiempos de virguerías digitales, dos tipos británicos se propongan llevar a cabo una película de gallinas en plastilina, o es cosa de locos o es que estaban muy seguros de lo que querían. Peter Lord y Nick Park confiaban plenamente en los planes de fuga de la ponedora Ginger y de su eventual socio, el fantasmón gallo Rocky. Se lo contaron a los de DreamWorks, consiguieron varios socios internacionales y el resultado es Chicken run, una muy divertida comedia de fugas que ningún mortal con sentido del humor debería perderse. Sobre todo porque reivindica la animación al más puro y viejo estilo, que irrumpe con fuerza para hacerse con un lugar de honor en un mercado cada vez más competitivo pero al mismo tiempo igualmente trivializado. Si encima procuraron que el humor no saliera de vacaciones y se quedara en el guión, hay razones para incluirla entre lo mejor que de un verano cinematográfico saturado de productos previsibles. El esquema se parece un montón al de un clásico del cine de aventuras, La gran evasión, en la que Steve McQueen se tomaba como algo personal dejar el maldito campo de concentración. A Ginger le ocurre lo mismo, aunque aquí no sean un puñado de crueles nazis sino una pareja de granjeros empeñados en rentabilizar el gallinero con el rentable negocio de fabricar pastel de pollo... A la Disney y a su talentosa asociada Pixar les ha salido un afortunado competidor en la modesta Aardman desde su factoría en Bristol. Lo mejor es que consiguieron que niños y adultos la disfruten a lo grande y sin traumas. Que los señores Lord y Park nos hagan aguardar mucho por la siguiente. Son garantía de buen cine y de buen rollo.