Las agustinas gallegas, sobre León XIV: «Fundó una cocina popular en la pandemia, arriesgándose»
SOCIEDAD








Pese a que habitualmente no lo hacen, las monjas de clausura corrieron a ver la televisión en cuanto hubo fumata blanca
10 may 2025 . Actualizado a las 10:43 h.«Tal vez un papa norteamericano no convenía ahora, pero es un fraile y un agustino, y va a tender puentes, él mismo lo dijo». La madre priora María Jesús Zárate Velarde es la superiora de la decena de religiosas que dan vida a la Orden de las Agustinas Recoletas en el convento de Vista Alegre, en Vilagarcía. Un robusto conjunto monumental fundado en 1654 que desde siempre ha estado vinculado a la familia agustina, a la que pertenece León XIV. La sorpresa inicial se tornó en júbilo cuando la madre María Jesús reparó, por fin, en la identidad del hombre que late bajo el nombre pontifical. Ella misma procede de Perú, donde Robert Prevost ejerció como misionero durante décadas y cuya nacionalidad ha asumido. Aunque no llegó a conocerlo en persona, maneja muchas y excelentes referencias: «Un hombre humilde, misionero, que ha sido general de la orden y se ha pasado cuarenta años vinculado a Perú entre idas y venidas. Ya lo llaman el papa chiclayano, porque esa era su diócesis. Las hermanas de allá me han contado que fundó una cocina popular durante la pandemia, arriesgándose a todo».
Más allá de esa nacionalidad peruana compartida, la madre priora reconoce sentirse muy feliz por la elección. De León XIV, ella y el resto de sus hermanas esperan que haga irradiar los valores del carisma agustino hacia el conjunto del planeta: «El amor desinteresado hacia Dios y los hombres, la unión en un solo corazón, la difusión de ese amor para unir a los hombres en Cristo bajo la Iglesia. Ese amor va a llegar desde Roma hasta el confín de la Tierra, tendiendo puentes».
La acompañan la vicepriora María José, la madre maestra Guadalupe y las hermanas Lorenza, Yéssica, Albertina y Maribel. Faltan tres religiosas, Cecilia, Mónica y María, que no han podido ofrecer testimonio, pero suscriben su alegría. Son monjas de clausura (siete guatemaltecas, dos españolas y una peruana), lo que no impide que dejen el convento para hacer compras y gestiones, y que acudan a la escuela municipal de música para aprender a tocar el piano, la guitarra y el violín. «Somos bien trabajadoras», concluye la madre priora, en sintonía con el carácter agustino que también profesa el papa.
La fumata blanca se produjo mientras las diez monjas de la comunidad del monasterio de la Purísima Concepción de Lugo estaban en misa. «Una mujer se acercó al terminar y nos dijo que ya teníamos papa», explica una de las hermanas. Pese a que habitualmente no lo hacen —solo acontecimientos especiales y escuchar las noticias en comunidad para «pedir por el mundo»—, «corrimos para ver la televisión». «Nos alegramos mucho y pedimos por él para que el Señor lo ayude y ilumine para llevar la Iglesia», dicen desde el monasterio lucense. Su comunidad de clausura está formada por trece monjas, de las que nueve tienen origen en Guatemala. Tres están ahora mismo en Gijón, ayudando en otro convento.