Manuel Pereiro López, herrador: «A vaca dá menos leite cos pés mal»

SOCIEDAD

Miguel Souto

El silledense Manuel Pereiro López es el heredero de una estirpe de herradores, un oficio que fue evolucionando con el paso del tiempo y que derivó en una labor centrada ahora en la podología bovina

02 feb 2023 . Actualizado a las 09:48 h.

Manuel Pereiro López (Dornelas, Silleda, 1997) lleva en la sangre el oficio de herrador que inició su bisabuelo «ferrando as vacas e os cabalos que lle traían á casa». Desde entonces los quehaceres de esta labor inmemorial cambiaron mucho, lo mismo que las herramientas para desempeñarla. «Antes tiñamos un potro e a xente da redonda traía as vacas, os burros e os cabalos e ferrábanse». De ahí, se pasó, añade, «a ir polas feiras de gando, meu avó ía sobre todo ás de Rodeiro e Lalín, que xa era daquela unha zona de moito gando». Allí ya había potros instalados que utilizaban los herradores. Eran antes, cuenta Manuel Pereiro, «potros de madeira cunhas cordas e unha polea e agora son de ferro e hidráulicos», lo que permite trabajar con mucha más comodidad. En ellos entra el animal con un sistema que permite al herrador acceder a las patas de las reses y desempeñar su oficio, que ahora es más de podología.

De su padre, fallecido hace dos años, aprendió el oficio. Tras su muerte cogió el relevo de una familia conocida como la Casa do Ferrador de Penaporrín, donde aún tienen la forja que usaban para herrar. «Cando meu pai tiña 18 anos, no 78 ou por aí, empezaron a ir polas casas». En la mayoría había vacas. Con el paso del tiempo, el ganado fue abandonando esos establos y empezaron a primar las explotaciones que cada vez son más grandes y cuentan con un volumen mayor de reses. En la zona, esa transformación incluyó también el incremento exponencial de las lecheras frente a las de carne. Antes las vacas «usábanse para labrar, camiñaban moito máis, estaban nas fincas e se lles puñan unhas ferraduras de forxa para que non gastaran o pezuño». Al pasar a las granjas, el ambiente es más húmedo, se golpean entre ellas y aparecieron enfermedades como dermatitis, cáncer de uña, úlceras, que derivaron en una evolución del oficio.

«Se unha vaca ten mal os pés produce menos leite», apunta. Ese axioma incuestionable hace que las explotaciones demanden tratamientos preventivos del ganado para asegurarse de que las vacas caminan de forma confortable porque se busca el máximo rendimiento. Un problema en la pata puede hacer que «unha vaca que daba 40 litros ao día pase a dar 15».

Manuel distingue entre los tratamientos preventivos que se realizan «cada ano, como mínimo, aínda que se están xa instaurando cada seis meses» y los de urgencia ante un daño en las patas. Los primeros consisten en cortarles las uñas, la interdigital y revisar las pezuñas para ver si tienen algún problema y de ser así, tratarlo. En muchos casos es necesaria la colocación de un taco que antes se clavaba y ahora se pega al casco de la vaca con un pegamento e imprimiendo calor con un secador. Esta pieza ayuda al animal a apoyarse y a caminar mejor mientras no cura la lesión. El taco acaba cayendo solo una vez que se cierra la herida y se forma una costra.

El herrado de los caballos también cambió mucho con el paso del tiempo. Manuel apunta que si antes se elaboraban en la forja las herraduras «meu pai xa as mercaba, son de ferro doce e amoldabase ao sitio na zafra. É como o talle do pé, hai varios tamaños. En cada cabalo é distinto, pero hoxe mércase e vén todo feito». A los caballos, señala, «tes que buscarlle un aplomo».

Útiles

Se usa un potro, una radial específica con cuchillas intercambiables; legras (cuchillos curvados que sirven para escarbar en la pezuña), tacos, pegamento, un secador y material para tratar cada patología.