En ocho años el mercado de segunda mano duplicará al de la moda rápida

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Olaya y Adrián, de Retro Rocket, en Vilagarcía
Olaya y Adrián, de Retro Rocket, en Vilagarcía MARTINA MISER

Un 40 % de las todas las prendas que se compran nunca llegan a utilizarse

27 mar 2022 . Actualizado a las 21:14 h.

Cada año se producen en el mundo entre 80.000 y 100.000 millones de prendas: solo se comprará una de cada cuatro y el resto acabarán en vertederos. Y esto teniendo en cuenta que a día de hoy se compra mucho, muchísimo más que lo se compraba hace 15 años. Según Greenpeace, cada persona se hace actualmente con un 60 % más de ropa que hace 15 años, y un 40 % de lo adquirido nunca llega a usarse. No solo eso: las prendas se conservan la mitad del tiempo que se conservaban en el 2002. Compramos, usamos y tiramos. Más cifras: en concreto los españoles nos deshacemos anualmente de 326.000 toneladas de ropa (cuatro kilos por persona). De todo esto que tiramos, solo un escaso 1 % se transforma en otras prendas; casi un 80 % se quema o se entierra —y el tejido sintético puede tardar cien años en descomponerse— y el 19 % restante se reutiliza, acaba en tiendas de segunda mano o recolocado en otro vestidor a través de aplicaciones online. Este porcentaje es cada vez más alto. Todas las previsiones apuntan a una inminente eclosión.

Según el informe Consumer Trends 2022, elaborado por la firma de márketing y comunicación Samy Alliance, en el 2030 el mercado de segunda mano duplicará al de la moda rápida, fuente inagotable de residuos a los que difícilmente se les puede dar una segunda vida, lo que sumado a los procesos de producción hacen de la industria textil la segunda más contaminante del mundo, responsable del 10 % de la huella de carbono global —solo superada por la del petróleo— y del 20 % de los vertidos tóxicos a los ríos y los mares. El citado análisis sobre tendencias de consumo revela que durante el 2020, 33 millones de personas invirtieron por primera vez en ropa de segunda mano. Un 76 % de los consultados (tres de cada cuatro) reconocieron que entre sus planes está incrementar este tipo de compras en los próximos cinco años. Según datos de la consultora Global Data, el mercado se duplicará de aquí al 2027, pasando de los 30.000 millones de euros que factura actualmente —un 2 % del mercado global de la moda— a los 70.000 millones.

Las plataformas online son «las alumnas aventajadas de la segunda mano», señala Marta Riezu, autora del ensayo publicado por Anagrama La moda justa, que destaca de ellas cuatro buenas decisiones: centrarse en marcas que son un valor seguro, trascender las temporadas, permitir pagar a plazos y facilitar al máximo la logística de vendedores y compradores. Pocas tiendas físicas hay que no cuenten hoy con un escaparate digital, y aun así los negocios consultados admiten que en el local siguen vendiendo más. «En internet hay mucha competencia, cambian los algoritmos, es más complicado», explica Felipe Ces (Ribeira, 1995) , de Kaméleon Vintage. Él mismo empezó aquí: primero en Wallapop, después en su propia web y ahora también desde un local en la calle Rosalía de Castro. «De una manera social y ética deberíamos dejar de comprar 20 camisetas cada año de cinco euros que se te acaban rompiendo, eso se acaba cargando el planeta en nada», reflexiona. Pero anota que el cliente de la segunda mano no solo es el individuo concienciado con el medio ambiente. «Los hay que buscan una buena relación calidad precio —señala— y los que quieren una pieza única que no pueden conseguir en otros lugares. También, los que compran como inversión, los que saben que si se gastan cien euros en una chaqueta de una marca buena van a poder revenderla en dos años por el mismo valor o incluso por más». 

Blanca Palmeiro se limita únicamente a la red, pero desde que creó The No End en su casa de Miño hace año y medio ha ido moldeando la idea inicial y ahora, además de gestionar una plataforma para vender y comprar ropa de segunda mano, incorporado también en la oferta prendas nuevas de marcas gallegas o españolas que sigan estándares de producción basados en «la ética y la sostenibilidad».

En todo este tiempo ha aprendido de este mundo sobre todo la importancia de dar información «precisa y real»: «Comprar segunda mano es difícil y más, online, por lo que toda la información que se pueda aportar sobre las prendas es de gran ayuda».

Poco y bueno

Recuerda Riezu que «poco y bueno» era el lema de nuestros abuelos. ¿Cómo conseguirlo? «Podemos comprar de segunda mano casi nuevo, alquilar, intercambiar ropa con amigos», propone. Y pasa a lo concreto: «El primer paso es mirar qué tenemos, con frialdad y lucidez, pero con cariño. Hay que partir de lo que ya se tiene e ir hacia un guardarropa escueto y útil, con básicos de calidad que utilicemos mucho (abrigo de lana, jersey negro, pantalón de lino, camisa blanca) que coexistan con unas pocas prendas más personales, sello de estilo. Eso o mantener un estilo sobrio y desmadrarse con accesorios muy bien escogidos». La periodista especializada en comunicación de moda cree que nadie compra una prenda porque sea sostenible, sino porque —en este orden— tiene «un precio razonable, una buena historia detrás y es bonita». «Debemos educarnos en la calidad», apostilla.

«Triunfan las prendas icónicas que inspiran a la moda actual»

Felipe Ces, de Kameleon Vintage
Felipe Ces, de Kameleon Vintage Sandra Alonso

Admite Felipe Ces que nunca hubiese imaginado a gente de la edad de su abuelo comprando polos de marca de segunda mano. «Se compra mucho más en tienda física, casi cuatro veces más —constata—. Va genial, no me puedo quejar». ¿Lo más reclamado? «Ahora, jerséis Lacoste, Ralph Laurent y Fred Perry, plumíferos North Face, sudaderas en colores neutros, que se venden como churros... En general, triunfan las prendas icónicas en las que se inspira la ropa nueva que está de moda, las tendencias actuales».

«Una buena prenda usada es mejor que una nueva barata»

La autora de La moda justa está convencida de que «una buena prenda de segunda mano sigue ganando en calidad por varios cuerpos a una nueva de fast fashion». «Hasta hace treinta años, la ropa nunca había sido desechable —argumenta Riezu—, lucirla era un orgullo. La idea de que puedes tirar algo cuando te cansas de ello es perversa y nos maleduca, lleva a una relación disfuncional con lo que poseemos: a que algo debe ser abandonado no porque no sea útil, sino porque ya no es tendencia, porque no tiene un valor social».

«Ya no se nos asocia a rastros ni a mercadillos»

En agosto hará cinco años que Olaya Fernández y Adrián Isorna abrieron Retro Rocket en Vilagarcía. «Al principio, había personas que al darse cuenta de que lo que vendíamos eran prendas usadas huían despavoridas», cuenta Olalla. No exagera; a la segunda mano le ha costado sacudirse el estigma de la austeridad, incluso de la pobreza. «Se asociaba a mercadillos, a rastros, y teníamos que explicarle que era otro concepto. Eso ahora ya no sucede. La ropa usada no es necesariamente económica. De hecho, la moda rápida es más barata. Muchas veces es ropa de mayor calidad, de marcas, y cuesta más que la que puedas encontrar en cualquier cadena low cost». ¿Deberíamos ser más selectivos a la hora de elegir lo que compramos? «Absolutamente. Nos han inculcado que necesitamos cambiar cada semana nuestro estilo: renovar, renovar, renovar. Y al final lo que perduran son las cuatro prendas básicas que te gustan y que realmente es lo que te identifica, en lo que tendrías que trabajar, no dedicarte a cambiar y a renovar continuamente. Tenemos tanto y estamos tan acostumbrados a estrenar que ni gastamos las prendas; aquí vendemos prendas casi nuevas».