Esther Corral, ganadora del premio a la mejor tortilla de Betanzos 2021: «Non dou feito»

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Ángel Manso

La hostelera dice que pica las patatas sin mirar y explica el singular método que usa para calcular el momento de dar la vuelta y sacar del fuego el producto

16 nov 2021 . Actualizado a las 07:14 h.

A Esther Corral (As Pontes, 1955), la vida le ha regalado pocas cosas, por no decir ninguna. Todo lo ha tenido que levantar a pulso, aunque eso no le ha torcido la sonrisa. Al contrario. Después de ganar el concurso de tortillas de Betanzos, dice que no da abasto. Esther es de esas personas imprescindibles para levantar el país.

—¿Siempre tuvo bar en Betanzos?

—No, tuve un negocio en Ferrol y por circunstancias estuve en Coirós unos seis años y después ya vine para Betanzos. Ahora estoy en el Bar Galicia, que es pequeño y estoy encantada. Hace ya nueve años. El tiempo pasa volando.

—¿Lo lleva usted sola?

—Siempre lo llevé sola, pero ahora tengo una empleada. Es que no hay mucha gente para trabajar, pero con esta empleada estoy muy contenta.

—La han distinguido con el premio a la mejor tortilla.

—Sí. Y el año pasado gané el premio del público. Fue porque no me acordaba si le había echado sal y se la eché otra vez. Si no, ganaba como este año. Yo, a los clientes los quiero mucho.

—Desde que recibió el premio ¿tiene más clientes?

—Tenía muchos, pero ahora ya es terrible. Non dou feito. Tengo que dar vez todos los días de la semana. Algunos tienen que esperar, pero yo les entretengo, les doy unos pinchitos y, al final, se van contentos y algunos se sacan fotos conmigo. Yo encantada.

—Usted hace la mejor tortilla donde todo el mundo hace tortillas, ¿cuál es su secreto?

—La mano. Si yo abriera a las 7 de la mañana, me pedirían tortilla a las 7 de la mañana. La tortilla en Betanzos no puede faltar.

—¿Dónde compra los huevos?

—A un distribuidor. De aldea no se puede, porque los huevos necesitan un cuño. Pero el que me los trae a mí tiene las gallinas por fuera y son unos buenos huevos. Me salen un poquito más caros, pero no me importa. Hace falta un buen producto, patatas y un buen aceite. Y la temperatura del fuego.

—Ahí está la clave, ¿no?

—Es muy importante. No tengo termómetro, ni freidoras, pero tengo unas sartenes grandes. Calculo la temperatura como se hacía antes: meto una patata y cuando veo que fríe, pues ya puedes ir echando.

—Pero hay que saber cómo cuajar dejando por dentro que fluya el huevo...

—La patata hay que freírla, no quemarla y luego la echas en el huevo, que no se puede batir mucho. Y que no quede aguado. Para cuajar, yo lo llevo por números.

—¿Qué quiere decir?

—Cuento hasta 11 para darle la vuelta y cuento otros 11 y le doy otra vuelta.

—¿11 segundos?

—No, yo cuento a mi manera. Pero según sea de grande la tortilla. Es mi técnica. Antes tenía la cocina arriba. Subía, echaba la tortilla, volvía a servir abajo, y subía rápido y ya estaba.

—¿Cuánto tarda en hacer una tortilla?

—Entre 20 y 25 minutos, teniendo que freír las patatas.

—Y bate usted todos los huevos.

—Sí, pero poco. Me da más trabajo pelar las patatas. En cuatro días gasté cuatro cajas y cada caja tiene 30 docenas.

—Eso son unos 360 huevos al día.

—Es que aún hay mucha gente de fuera. Ese año fue una invasión. Vinieron hasta de Estados Unidos.

—Tanto batir, tendrá brazo de tenista.

—Nah. Me molesta más pelar patatas. En 20 minutos pelo un saco entero. Y las corto sin mirar.

—¿Quién le enseñó?

—Mi madre. Pero en As Pontes se hacen de otra manera, con la patata más dorada y en cuadritos. La de Betanzos la aprendí yo sola, porque a la competencia no le preguntes.

—Hay quien dice que la tortilla de Betanzos es más bien una sopa de tortilla.

—Bueno, hay quien me la pide más pasadita y yo se la paso más.

—En vez de contar hasta once cuenta hasta...

—Hasta veinte.

—Con todas las que habrá hecho en su vida, ¿no las tiene ya un poco aborrecidas?

—No. Yo a veces me hago una para cenar, con un poco de ensalada. La tortilla gusta siempre. Pero es verdad que la cocina quita un poco las ganas de comer.

—Y si un día sale por ahí a tomar algo y le ponen un pincho de tortilla... ¿pide otra cosa?

—No, porque le voy a decir algo: yo le tengo mucho cariño a la tortilla y no desprecio ninguna.

—Y con cebolla, ¿también le gusta?

—También.

—¿Celta o Dépor?

—No miro mucho para el fútbol, pero prefiero ser del Deportivo, que me va a dar más que el Celta.

—¿Cómo es usted en pocas palabras?

—Me gusta trabajar mucho, tengo mucha salud pese a que duermo cuatro o cinco horas. Soy muy sociable, me gusta estar con la gente. Mire, yo ya tengo la jubilación aprobada, pero creo que me jubilaré cuando no pueda trabajar, porque el día que no trabajo, me falta algo.

—Tiene unos ojos muy bonitos, seguro que tuvo muchos pretendientes.

—Sí tuve. Y aún tengo algunos por ahí. Tuve varias parejas, pero cuando veo que no me son muy fieles, les doy puerta. A mí lo que me faltaba era tener treinta años menos, ja, ja.

—Cuando era una niña, ¿qué pensaba que sería de mayor?

—Yo me crie con mis abuelos. Iba al colegio y la maestra les dijo que tenía que seguir estudiando, pero no se pudo. Yo quería ser profesora.

—Dígame una canción.

—Me gustan las rancheras. Volver, de Vicente Fernández.

—¿Qué es lo más importante en la vida?

—Tener salud, tener trabajo y no hacer daño a nadie