Carola Pérez, usuaria de cannabis terapéutico: «Hasta que lo descubrí, estaba pidiendo constantemente ayuda a mis padres para morir»

SOCIEDAD

David Calle

El Gobierno abordará el uso terapéutico antes de una regulación integral

21 oct 2021 . Actualizado a las 20:10 h.

Más de tres millones españoles consumen habitualmente cannabis, pero hacerlo en público o comprarlo, tanto con fines recreativos como medicinales, sigue tajantemente prohibido. Con los votos en contra del PP, Vox y también del PSOE, el Congreso rechazó este martes su legalización. El Gobierno, por su parte, considera que antes de regular el consumo general, hay que abordar el uso de esta sustancia desde una perspectiva sanitaria; de hecho, ya está constituida en la Cámara Baja la comisión que se encargará de evaluarla, atendiendo a la experiencia de los más de 40 países que lo permiten. A Carola Pérez (Madrid, 1978) el cannabis le cambió la vida. A los 11 años se cayó patinando y se rompió el coxis, una fractura que desde entonces le obliga a convivir con fuertes dolores: su espalda se ha sometido ya a trece operaciones. Hace diez años, completamente desesperada, probó una infusión de esta planta y, por fin, pudo «descansar». «Pasé de tomar 19 pastillas al día a dos», cuenta. «El problema es que se me permite consumir cannabis en casa, pero no llevarlo en el bolso por si lo necesito», lamenta. Y lo necesita: toma a diario 30 miligramos de THC o tetrahidrocannabinol, el compuesto psicoactivo de la planta, y unos cien de CBD o cannabidiol a través de inhalación a demanda, dependiendo del día y del dolor (hasta seis veces al día), cremas y óvulos vaginales. «Si me cogen, la primera multa es de 300 euros y la segunda de 10.000», apunta.

—¿En qué momento decide recurrir al cannabis?

—Vivo con un dolor crónico neuropático que la Sociedad Española del Dolor llama «muerte en vida». Solo puedo estar sentada tres horas al día y camino un poco, pero el resto del tiempo, 15 horas, tengo que estar tumbada boca abajo. Hace diez años, en plena crisis, probé una infusión con cannabis. Nunca se me olvidará la sensación de alivio, la calma. Había recurrido a toda la farmacopea y, de repente, descubrí algo me dejaba reír, sentir, comer, dormir. Es una de las pocas cosas que me mantiene queriendo vivir. Hasta descubrirlo estaba pidiendo constantemente ayuda a mis padres para morir.

—¿Lo cultiva usted misma?

—Hoy en día, si un paciente con dolor quiere cannabis puede comprarlo en la calle de forma ilegal, recurriendo al camello de toda la vida y exponiéndose no solo a una sanción sino también a consumir un producto con altos porcentajes de materias fecales y metales pesados; puede acudir a clubes sociales de cannabis, que venden material sin analizar y casi siempre tienen a la policía en la puerta; o puede autocultivarlo, que es lo que yo hago.

—Que también tiene su riesgo.

—Así es. La mayoría de las veces, los enfermos no estamos en situación de estar al cuidado de un cultivo. En mi caso, tienen que venir mis padres a ayudarme porque no tengo fuerza para levantar una maceta. Supone además un elevado coste económico, el precio de la luz es muy alto, y hay que saber hacerlo bien. Luego, al no estar regulado, las semillas se venden como objetos de colección, las flores como decoración, los aceites como sérums... Todo el mundo se busca la vida, porque hay oferta y demanda, pero esto lleva a una inseguridad jurídica y sanitaria enorme, a lo que se suma la confusión y el desconocimiento que hay sobre el tema. Se cree que el CBD es la parte medicinal de la planta, y no lo es. O no solo. Los que venden de forma alegal productos basados en este componente prometen propiedades medicinales que no lo son. Lo ideal es combinar los terpenos y los cannabinoides según el caso. Se está haciendo una bola de nieve que tiene que parar. El paciente tiene que estar en manos del Estado y de los médicos, no de los narcos.

—¿Cómo sabe el paciente la dosis y el tipo de producto que necesita?

—Pues ahora mismo gracias al asesoramiento de las asociaciones de pacientes. En dosemociones, por ejemplo, hemos ayudado a más de 2.000 pacientes desde el 2014. Contamos con médicos, catedráticos y gente que trabaja en ciencia que nos ayuda, pero que se la está jugando. Esto debería estar haciéndolo la Seguridad Social. En 47 países del mundo ya se ha regulado el cannabis para uso terapéutico. Esta situación en España no tiene ningún sentido, mucho menos cuando aquí se está cultivando cannabis medicinal que se está exportando para  pacientes de otros países.

—Así que España cultiva cannabis y lo explota para un uso, el terapéutico, que no permite. ¿Qué está frenando su legalización?

—Se supone que la falta de evidencia de estas propiedades medicinales, pero no tiene sentido; hay falta de voluntad política, porque sí hay evidencia científica internacional. Y el hecho de haber mezclado ahora los dos debates, el del uso terapéutico y el recreativo, con la propuesta de Más País en el Congreso lo ha vuelto a confundir todo, no ha sentado nada bien en el Gobierno. Ha sido un buen golpe de efecto mediático, pero mezclar otra vez los debates entorpece la regulación desde el enfoque sanitario. La iniciativa del PNV, que dio lugar a la subcomisión que estudia las experiencias de otros países, planteó un plazo de seis meses para que el tema no se alargue. Para que pueda resolverse en la actual legislatura. Y ahí estamos peleando. Ojalá sea así.

—¿Y qué hay del «colocón»?

—Si se utiliza bien el cannabis no hay tanto. Si se hace bien esa combinación de principios activos, si se compensa, se controla. Además, hay que tener en cuenta que los pacientes que consumen cannabis medicinal suelen estar muy medicados con fármacos que colocan bastante. Nosotros vamos a estar medicados sí o sí, así que yo prefiero estarlo con algo que controle y pueda medir, incluso el nivel de psicoactividad en cada momento. No es el mayor de los problemas. Incluso a veces esta psicoactividad viene bien para aliviar el sufrimiento y la angustia mental. 

¿Por qué el Congreso rechazó legalizar el cannabis?

Imagen de un cogollo de marihuana
Imagen de un cogollo de marihuana Ana Escobar | EFE

La secuencia de acontecimientos es la siguiente: hace un mes, el Senado votó una iniciativa de un pequeño partido navarro sobre la regularización de las asociaciones cannábicas y el autoconsumo que no salió adelante. Para recoger la frustración de la negativa, Podemos anunció dos días más tarde su intención de presentar una ley integral a lo que, muy oportunamente, Más País respondió adelantándose, presentando deprisa y corriendo una propuesta que no terminó de cuajar.

Cree el abogado especializado Bernardo Soriano, portavoz de Regulación Responsable, que la proposición de los de Errejón adolecía de carencias, pero que su error más grave fue mezclar el tema terapéutico y el consumo recreativo. «Fue lo que recibió más críticas, porque era una de las principales líneas rojas que marcaron el PSOE y el PNV cuando lanzaron la subcomisión del cannabis medicinal -explica el experto-. La idea que defienden los socialistas, que el martes votaron en contra, y los vascos, que se abstuvieron, es que, aunque sea la misma sustancia la que se usa en tratamientos y a la que se recurre de forma lúdica, debe regularse de forma distinta, del mismo modo que se hace con el alcohol sanitario y las bebidas alcohólicas».

El rechazo a la ley de Más País no implica un portazo a legalización general del cannabis. El Congreso debatirá al menos otras dos iniciativas que le dan recorrido: una de ERC y la de Podemos, muy completa  (112 artículos y 80 páginas), que tiene en cuenta esta diferenciación y da cauce al uso medicinal por la subcomisión abierta, sin interferir en la misma y contaminarla, y se centra en el recreativo. «Son dos cosas distintas y ambas son importantes», insiste Soriano, firme defensor del consumo lúdico del psicotrópico y sus derivados. «La idea que tienen Unidas Podemos y ERC es intentar convencer al PSOE de que esta línea roja que ellos planteaban no se sobrepasa y que es necesario articular se una vez este debate reclamado por cada vez más sectores de la sociedad -anota-. Incluso Ciudadanos se ha mostrado a favor de darle trámite, un movimiento interesante para recuperar el centro político y diferenciarse de la derecha». 

Los argumentos de Soriano a favor de la legalización del uso recreativo son difíciles de rebatir: «No se entiende objetivamente que el Estado ejerza una posición tan paternalista con el cannabis cuando no lo hace con otras sustancias que se han demostrado más nocivas para la salud, como el alcohol o el tabaco -expone-. Además, está demostrado que las políticas punitivas causan el efecto contrario: el consumo sigue multiplicándose. Se está manteniendo una normativa que no están cumpliendo millones de españoles y que supone una sobrecarga administrativa y judicial [dentro de la ley de seguridad ciudadana es la sanción más impuesta, con más de 300.000 por tenencia y consumo al año, y más del 50 % de los delitos de tráfico de drogas son sobre cannabis]».

El letrado señala también el beneficio del control: «Contribuye a saber qué se está consumiendo, a tener garantías sanitarias». «Cuando se hace una regularización no se hace una liberalización, se dota de un control -desarrolla-. En el mercado negro, el camello no pide DNI, no analiza la sustancia y no sabe si está contaminada. Si se regula el consumo, el usuario tendrá información sobre cantidades, calidades…». ¿Habría entonces que regular todas las drogas?

Este es el argumento al que se aferran los que se oponen a la legalización, pero Soriano considera que «es demagogia pura». «No todas las sustancias implican el mismo grado de peligrosidad. Y no es igual la regulación que tiene que tener una sustancia que la que tiene que tener otra. El cannabis no tiene una peligrosidad comparable a la heroína o la cocaína, ni siquiera a la de otras sustancias que sí son legales», zanja.