Karlos Arguiñano: «Llevo 4.000 horas hablando solo sin que nadie me pregunte»

A. Furundarena MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

Juan Herrero

El cocinero ha ganado el Premio Nacional de Televisión

19 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Recién proclamado Premio Nacional de Televisión, el cocinero está que no cabe en sí. «Me ha felicitado hasta Iñaki Gabilondo. Le admiro tanto que me temblaban las piernas». Es el primer premio en metálico que recibe. Treinta mil euros que ya ha donado a Zaporeak y al Banco de Alimentos. «Los que podemos -recalca- tenemos que ayudar».

- Y a usted la tele le ha hecho rico.

- He podido pagar el hotel, he montado escuela, tengo a todos los hijos trabajando... Pero esto de ahora es duro. El 'Arguiñano' solo se abre para desayunos y comidas. Un desastre. Pero, bueno, otros están sufriendo mucho más que yo.

- Y luego vienen esos franceses «a mamarse como osos»...

- Eso lo dije y se hizo viral. Es que veía a los franceses con las mascarillas en la garganta, enseñando el culo... Y yo sin poderme mover, diciendo a los clientes, a las ocho de la tarde y con un solazo, que se levanten de la terraza y se vayan. No termino de entenderlo.

- Fue cocinero antes que showman. ¿Ahora el personaje se ha comido al chef?

- No. El chef sigue siendo el chef. No sé si me he convertido en un personaje, pero sí en una de las personas más populares de España. A mí me quieren una barbaridad. Creo que han visto en mí a una persona llana. Todos los días me confieso delante de todo el mundo, a veces meto la pata, pero sé pedir perdón. Es que llevo más de 4.000 horas hablando solo...

- ¿Cuatro mil? Eso es digno de psicoanálisis.

- ¡Ja, ja, ja! Sí, y además hablando sin que nadie me pregunte. He hecho ya diez mil recetas en televisión. Y sin cansar a la gente. Pero ya no se me va a subir a la cabeza. Voy a hacer 73 años y a mí a la cabeza solo se me sube el alcohol cuando me tomo tres copas. Yo estoy con los pies en el suelo. Tengo siete hijos, doce nietos... Si me pilla con 20 años, como a los futbolistas, tendría tatuado hasta el cuello, pero solo tengo un txantxangorri (petirrojo) en el brazo. Me lo tatué en la Polinesia hace más de 35 años, cuando fui a navegar.

- ¿En casa también le hacen la ola?

- Nooooo. Luisi, mi mujer, siempre me ha puesto en mi sitio.

- ¿Se imagina cómo habría sido su vida sin éxito?

- Sería menos rico, desde luego. La televisión me ha dado la gasolina para poder pagar los líos en los que me metí siendo joven, como comprar en la playa de Zarautz el palacete de los marqueses de Casa Valdés. Sin tener un duro firmé 60 letras. Sin la tele, me lo habrían quitado. Hoy sería quizás un cocinero jubilado después de haber trabajado en algún hotel de Mallorca, porque habría dejado algún pufo aquí y me habría tenido que ir a Mallorca a hacer paellas y menús para turistas. Cuántas veces lo he pensado...

- Pero aquí está.

- Y mientras me encuentre bien, seguiré, porque esto me mantiene vivo. Ya no lo hago por dinero, lo hago porque me lo pide el cuerpo.

- ¿La pandemia no le deprime?

- Mi mujer ha estado casi un año sin salir de casa. Me dice: «Tú sales mucho». Claro, salgo a grabar, a la compra... Pero también me ha dado el bajón. Eso de no poder coger en trece meses a un nieto en brazos es muy duro. A ver si me vacunan pronto. Me pondré la que me toque, no soy nada aprensivo. Pero ahora suspenden la Janssen. Esto es de locos. Yo creo que todo el mundo miente. Son temas que me gustaría entender antes de morirme.

- ¿Le preocupa la muerte?

- Miedo no le tengo, pero me acuerdo de ella muchas veces. Cuando pasas de los setenta y te vas a poner los calzoncillos... Hay que ver lo que cuesta levantar una pata.

- En lo político, recomienda limar asperezas. ¿Alguna receta?

- Que los políticos se quieran un poco más. El contrario no tiene por qué ser el enemigo y ellos se tratan como enemigos.

- Lo dice el hijo de alguien que luchó en la División Azul.

- Sí, mi padre hizo la guerra con los nacionales y luego se fue a la División Azul. Yo discutía mucho con él. Es que me negaba el Holocausto... Pero yo a mi padre le quería un montón. Hay que estar por encima de las ideologías. Hay consignas en los partidos, pero conmigo no pueden. Yo nunca me he dejado manejar por nadie. A mí malo no me van a hacer.