El coronavirus asola el Amazonas

héctor estepa BOGOTÁ / E. LA VOZ

SOCIEDAD

Sanitarios atienden a una mujer en Nueva Jerusalén de Erene
Sanitarios atienden a una mujer en Nueva Jerusalén de Erene MIGUEL RIVERA CRUZ

Con una cama uci para cerca de 50.000 habitantes, los cadáveres se apilan en algunas zonas

28 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En lo más profundo del Amazonas peruano se encuentra Buen Jardín del Callarú, un poblado ribereño, hogar de unos 250 indígenas Tikuna. Sus humildes casas de madera se alzan en la inmensidad de la selva, a unos dos metros del suelo para evitar las crecidas del río en época de lluvias. Incluso ese aislado lugar del mundo está ahora amenazado por el coronavirus, y sus habitantes están tomando medidas para evitar la pandemia mundial.

«A quienes estaban con fiebre los hemos aislado, y a las personas extrañas les prohibimos entrar a la comunidad. Hemos mandado también que se usen mascarillas obligatoriamente y no se permiten aglomeraciones de personas», comenta a La Voz, vía telefónica, Miguel Rivera, uno de los moradores de la comunidad. La cautela está justificada. El virus sí ha azotado fuertemente a Bellavista, un caserío situado a unos pocos minutos en peque-peque (bote a motor) de Buen Jardín. Al menos siete personas han muerto allí con covid-19, según relata Omar Montes, obstetra del puesto médico de la comunidad.

«Estamos abandonados a nuestra suerte. Nosotros como profesionales no hemos tenido ningún apoyo por parte del Estado. Pero, gracias a Dios, todos los que trabajamos por la salud estamos luchando día a día con los pacientes que tenemos graves. Lo poco que tenemos lo priorizamos con los enfermos que realmente lo necesitan», explica Montes. No pueden hospitalizar a quienes contraen la enfermedad, porque no hay ni una cama para ellos, así que intentan aislarlos en sus casas.

La pandemia ha desbordado a los pobladores del pulmón del mundo. El virus está llegando a las pequeñas comunidades desde las grandes ciudades del río, donde la situación es crítica y hay decenas de miles de contagios. Más de 20.000 solo entre la población indígena, según contabilizaba Naciones Unidas el pasado 19 de mayo. En Loreto, la región amazónica donde se sitúa Buen Jardín, se contabilizan ya más de 3.700 casos confirmados de coronavirus y 800 muertes. Iquitos, la capital, de unos 500.000 habitantes, se ha llevado la peor parte. Los centros médicos están completamente saturados. En las redes sociales han aparecido imágenes de personas muriendo en los pasillos y de cadáveres apilados a la espera de ser recogidos durante días.

Una cama uci para 49.000

Una situación similar se reproduce en Leticia, la capital del Amazonas colombiano, donde las autoridades van a construir un horno crematorio ante las dificultades para enterrar todos los cuerpos. La localidad, de unos 49.000 habitantes, y apenas una cama uci, registra 55 muertes con covid 19. El departamento colombiano de Amazonas tiene 76.500 habitantes y 1.505 casos de coronavirus, y se convierte en la región del país cafetero con más contagios por millón de personas.

La capital de la parte baja del Río, Manaos, situado en Brasil, con 1,7 millones de habitantes, vive también una situación límite. Los hospitales están saturados. También los cementerios, después de que, solo en abril, se registrase la muerte de 2.435 personas frente a los 871 fallecimientos del mismo mes en el año 2019. Las autoridades se vieron obligadas a despalar una parte de la selva para crear una fosa común.

En el Amazonas brasileño hay más de 30.000 casos confirmados de coronavirus y unos 1.780 muertos. Manaos es el principal punto de comercio del río, y el lugar desde donde salen la mayoría de suministros que llegan a las comunidades, pudiendo ser un importante foco de contagio. Lo que más sufren los poblados más alejados de los grandes núcleos urbanos es la falta de bombonas de oxígeno. En algunos lugares las enfermeras bombean manualmente aire para salvar a los pacientes. En otros sitios donde hay máquinas, en ocasiones se desconectan por cortes de electricidad.

Ha habido, por otro lado, reportes de comunidades apenas contactadas que se han adentrado en la selva para intentar evitar la pandemia. «Es un peligro muy grande para la población en contacto inicial. Los nahuas perdieron a la mitad de su población en los 90, cuando fueron contactados por madereros, y mantienen su alta vulnerabilidad a las enfermedades», comenta la antropóloga peruana Beatriz Huertas.

Los efectos del coronavirus también amenazan culturalmente a las poblaciones indígenas, al afectar especialmente a la población adulta mayor, que son los tradicionales jefes de las comunidades y quienes difunden las costumbres. Quienes intentan paliar la pandemia en el Río reclaman una acción conjunta de Perú, Brasil y Colombia para afrontar la problemática, ya que el Amazonas no entiende de fronteras. Los ministros de Exteriores y Defensa de esos dos últimos países ya se han reunido para pactar medidas conjuntas en el pulmón del planeta.