María Pérez Pereira (Vigo, 1988) juega en el Pelletterie florentino y es licenciada en Arquitectura
18 may 2020 . Actualizado a las 09:47 h.Ialia, Florencia. Serie A femenina de fútbol sala. A mediados de febrero empieza a escucharse algo del coronavirus, nada importante: todo sigue con normalidad. Última semana de febrero: suspenden un partido porque dos jugadoras tienen síntomas. Les hacen el test. Negativo: todo sigue con normalidad.
Empieza marzo, partido contra un rival directo en la zona de Padua, una de las más afectadas al principio. Martes y miércoles, entrenamiento con normalidad; el jueves suspenden todos los entrenamientos menos los de la serie A; el viernes nos quedamos sin pabellón, que a día de hoy sigue cerrado. Sábado: la Liga suspende todos los partidos por precaución. Al día siguiente se declaran zonas rojas Lombardía y el Véneto. Pasan dos días y ¡bloqueo total de Italia! Con la desinformación empieza el show, la gente que trabajaba fuera y los estudiantes vuelven a sus residencias, trenes y aviones llenísimos. El intento de limitar contagios genera movimiento, aglomeraciones y la expansión del virus.
Cada semana el Gobierno crea un decreto ley, cada decreto más restrictivo. Ya no se puede volver a casa, te tienes que quedar donde estás. Sale el lado creativo de la gente, que busca socializar desde sus ventanas, balcones y jardines, y empieza la semana de las canciones, la música y los aplausos… Se puede salir a correr y todos se vuelven atletas, se puede salir para ir al supermercado y la gente va varias veces al día, el mismo perro pasea por turno a toda la familia… Acciones y consecuencias. Nuevo decreto: tienes que ir al supermercado más cercano y el deporte, solo en un radio de 200 metros de tu casa… Los contagios diarios solo suben y ya pasó un mes. En este tiempo ya conoces a tus vecinos y ayudas a los mayores, que nadie se sienta solo.
A nivel deportivo, la Liga alarga la suspensión. Llegan las ayudas del Gobierno a deportistas: 600 euros al mes. A mediados de abril empieza el uso obligatorio de la mascarilla y el gel desinfectante para salir a la calle. ¡Otra vez confusión, otra vez colas y aglomeraciones para recogerlas, otra vez mascarillas agotadas! Controles con drones de las calles, sonidos de ambulancias y silencio… Miradas de desconfianza cuando las personas se cruzan: no se ve una sonrisa a través de la mascarilla. El deporte pasa a un segundo plano: te das cuenta de que esto va a durar.
Mayo. Empieza la reapertura por fases. Abren algunas fábricas, librerías, tiendas de ropa para niños y comida a domicilio. Se puede hacer deporte y pasear sin límite de distancia desde tu casa. Plexiglás y pantallas protectoras en todos lados, guantes obligatorios, comida en contenedores de plástico de usar y tirar… ¿Y nuestra lucha para eliminar plástico de hacía unos meses? Vuelve el ruido y aumenta el tráfico, aún no hay abrazos y el nuevo saludo es con el codo, pero la gente está un poco más feliz.
En tan solo unos días, deberían empezar los entrenamientos en grupo, la apertura de bares, restaurantes y peluquerías, garantizando la distancia entre personas.
Deportivamente, me parece inviable continuar esta temporada tanto a nivel logístico como mental y físico. Después de seis temporadas jugando en la serie A italiana te das cuenta de que no tienes derecho ni a la sanidad, que no cotizaste absolutamente nada y que el deporte no profesionalizado no da ninguna garantía, pero sí satisfacciones, por lo que me siento afortunada.
Ya pasaron dos meses y medio en los que cada día soñábamos con volver a la normalidad, una normalidad mejor porque aprendimos a valorar la libertad, nos dimos cuenta de cuánto significa un abrazo, de la importancia de las pequeñas cosas… ¡No nos olvidemos de todo esto!