El comercio gallego sigue con la verja echada

La Voz M. SÍO DOPESO

SOCIEDAD

Una librería gallega con la verja a medio abrir, en el día en que se permitía su reapertura
Una librería gallega con la verja a medio abrir, en el día en que se permitía su reapertura PACO RODRÍGUEZ

Un 10 % abrió este lunes con cita previa, la mayoría esperará al día 11 y más de un 30 % ya no volverá

05 may 2020 . Actualizado a las 12:14 h.

El miedo a las consecuencias de la apertura es más fuerte que la necesidad de abrir y empezar a despachar después de 50 días cerrados. Y eso explica que apenas un 10 % de los comercios gallegos de los más de 50.000 que ayer podrían haber comenzado a atender a los primeros clientes con cita previa (según las directrices de la fase 0 de la desescalada) levantaran las verjas.

La gran mayoría optó por mantenerlas a medio echar para, mientras aclaran dudas, empezar a acondicionar el negocio a las exigencias de esta nueva normalidad todavía en estado de alarma, y a arrancar la actividad el 11 de mayo. Pero otros muchos, entre un 30 y un 40 % ni siquiera dieron señales de vida, porque es muy probable que ya no vuelvan a abrir. Ese es el porcentaje de negocios destruidos por esta crisis sanitaria que maneja la delegación gallega de ATA (Federación de Autónomos). «Tememos un porcentaje de destrucción de comercios incluso superior al 40 %», afirma Rafael Granados, presidente de ATA Galicia, que cifra en 70.000 los negocios gallegos (no solo comercio) que han pedido la prestación por cese de actividad.

Dudas y miedo a abrir

Afirma que la inseguridad y el temor a las consecuencias de la apertura explican en gran medida que la actividad comercial siga hibernado. «Se ha escuchado que en el momento en que un negocio abra, la mutua le retirará la prestación por cese de actividad. Pero no hay ninguna confirmación oficial», asegura Granados.

La otra gran incertidumbre de los propietarios de los comercios es si finalmente el Gobierno permitirá la incorporación paulatina de los empleados acogidos a un ERTE. «Se ha hablado del ERTE flexible, para no tener que incorporar la plantilla de golpe mientras la actividad se mantenga reducida, pero no hay la certeza. Hasta que salga publicado en un BOE es imposible abrir», aclara el representante de ATA.

Para UPTA, la otra gran organización de autónomos de ámbito nacional, la falta de información sobre las medidas de seguridad y la incertidumbre de cómo va a responder el consumidor también han pesado en el retrasado de apertura de miles de establecimientos Gallegos que ayer ya podían abrir sus puertas.

«La Administración debe suministrar a los empleadores el material necesario que exige la legislación para cumplir con los requerimientos en materia de salud laboral» afirmó Eduardo Abad, secretario general de esta agrupación. «Deben de ser la comunidad autónoma la que active ayudas específicas para la adaptación de los negocios a la normativa obligatoria en esta etapa de reapertura», añadió Abad.

Son tantas las dudas, y tanto el miedo a perder una ayuda vital o a tener que afrontar una penalización, que lo más prudente es esperar. Así lo explica José María Seijas, presidente de la Federación Galega de Comercio.

Más gasto que venta

«La necesidad de abrir es acuciante después de 50 días sin ingresar un solo céntimo en caja. Pero hay que abrir con una imagen que dé seguridad a los clientes, y eso no se puede hacer de un día para otro», afirma el representante de los comerciantes gallegos, que critica la decisión de permitir abrir al comercio con cita previa.

«No sé a quién se la habrá ocurrido, pero no han consultado a nadie. Son más los gastos de abrir, que lo que se pueda vender con cita previa. Dudo que haya muchas urgencias», afirma.

Seijas asegura que el pequeño comercio se ha quedado muy debilitado. «Se han tomado medidas imprecisas, que requieren mil papeleos, y las ayudas llegan tarde. Lo de los ERTE no está claro hasta que se publique en el BOE. Si abres asumes los gastos al 100 % del negocio, con un 10 % de ventas... Tal como está la cosa, más de un 30 % de los comercios no abrirán», asegura.

Cointega, la patronal gallega del textil, que confirmó también que la gran mayoría de las tiendas de moda que hay en Galicia han optado por demorar la apertura comercial hasta el día 11, platea una duda: «Hay franja horaria para correr, para sacar a los niños, para que paseen los mayores, pero no hay una franja horaria para ir de compras».

A la espera del 11 de mayo, los grandes beneficiarios de la fase que arrancó ayer son las peluquerías y los salones de belleza. Muchos ya abrieron con las agendas repletas de citas para las próximas dos semanas. Ferreterías, talleres de reparación o negocios relacionados con la salud, también está ya operativos mediante reserva.

Los problemas para la reapertura 

Pepa Losada

Lucía Ferro, peluquera en Viveiro

«¿Y cómo hago con tres peluquerías y dos niñas?»

Lucía Rey

 Mucha limpieza, mucha desinfección y mucho sentido común son las pautas que aplicará la peluquera viveirense Lucía Ferro en la reapertura de los sus tres negocios: dos en Viveiro y uno en Ferreira do Valadouro. «Hay compañeros que abrieron ya hoy [por ayer] y otros que no», explicó este lunes la profesional, que ha decidido estar entre los segundos debido, entre otros, a la precipitada autorización publicada por el BOE el domingo. Ferro dedicará esta semana a reorganizar tocadores y locales, así como a volver a higienizar los aparatos y el instrumental. «Antes de cerrar ya hicimos una desinfección enorme», indicó, y apuntó que esta vez empleará además máquinas de ozono. Su idea es reanudar la actividad a mediados de esta semana en un local de Viveiro y esperar al lunes 11 en los otros dos. Sus clientes la aguardan. Con 75 personas en lista de espera y muchas ganas de volver a trabajar y «tirar para delante», pero sin guardería ni colegio, su mayor preocupación ahora es cómo atender y organizarse con sus hijas, de 4 años y de año y medio. El reto que enfrentan estos días muchos autónomos y trabajadores con niños.

Basilio Bello

Lorena Lorenzo, peluquera en Carballo

«É imposible abrir coas medidas de seguridade»

Melissa Rodríguez

La dificultad de conseguir el material de protección necesario para poder atender a la clientela con garantías mantiene cerrada la peluquería más grande de Carballo, Lorena Lorenzo, nombre que responde a la identidad de su gerente. El mismo motivo movió a otras muchas peluqueras de la comarca de Bergantiños. «É imposible abrir hoxe [por ayer] coas medidas de seguridade. Preferimos esperar un pouco máis e facelo ben. Calidade e seguridade ante todo», explicó la propietaria. A lo largo de la semana pondrá todo a punto para poder abrir el próximo lunes: «Reforzaremos as medidas, instalaremos os biombos e reorganizaremos a axenda», comenta. Debido a las dimensiones del local, a partir del día 11 volverán casi a la normalidad: «Empezarán a traballar as cinco persoas que estaban agora en activo con cita previa como xa faciamos sempre», añade. Pero algo, aparte de las restricciones, cambiará: «O mesmo non vai ser. Haberá moita xente ao principio, pero despois ninguén o sabe. Non sabemos como sufragaremos o gran desembolso en protección, aínda que seguramente haxa que repercutirllo ao cliente», dice.

MIGUEL VILLAR

Mario Rodríguez, hostelero en Ourense

«Un bar de pinchos no tiene sentido abrirlo así» 

M. AScón

El Barallete, en la Praza do Ferro del casco viejo de Ourense, no reabrió este lunes. Podría haberlo hecho para atender pedidos a domicilio o para recoger en el local, pero Mario Rodríguez explica que decidieron no hacerlo: «En eso no vamos a entrar porque un bar de pinchos no tiene sentido abrirlo así. En un restaurante puede que sí les funcione, pero aquí la gente no va a venir a recoger cuatro pinchos y llevárselos a casa».

La falta de información sobre protocolos concretos para retomar la actividad es algo que también echan en falta en el Barallete. Se plantean, de hecho, si podrán abrir o no a partir del 11 de mayo. «El interior no te lo dejan usar y para la terrazas ahora hablan de que se permitirá un 50 %. Para un local como el nuestro, eso significaría trabajar con cuatro mesas. Abrir un negocio con seis empleados y cuatro mesas está claro que no es viable», dice Rodríguez, que espera que el Ayuntamiento permita ampliar las terrazas a los negocios que tengan espacio suficiente, como el suyo. Él quiere ser optimista y promete abrir con todas las garantías cuando sea posible. «Volveremos con más fuerza», dice.

Vanessa Villanueva, tienda textil en Rodeiro

«Isto non é Zara, pero hoxe case o parece»

María Hermida

La historia de Vanessa Villanueva es de esas que demuestran que la Galicia rural sigue viva y con jóvenes dispuestos a emprender y tirar del carro incluso en tiempos de coronavirus. Vanessa, de 26 años y madre de un niño, abrió hace un año una tienda en el municipio pontevedrés de Rodeiro llamada UVe. En teoría, es un comercio de lencería, moda y hogar. Pero esta joven ha sabido ver las necesidades que hay en un pueblo donde el suyo es actualmente el único negocio textil, y lo mismo despacha camisetas térmicas que cestas de regalo para bebés.

Vanessa reabrió ayer, con horario reducido y con cita previa. Y se emociona al ver como reaccionó su clientela, esa que no compra por Internet porque prefiere que la atienda su vecina: «Isto non é Zara pero hoxe case o parece. Abrín pola mañá e vendín catro pantalóns, roupa interior, tiven encargos de cestas para bebés... Foi moi ben. Penso que os clientes viñeron porque o necesitaban, pero tamén para axudar a unha veciña, estou moi agradecida». Pese al buen inicio, Vanessa, como tantos autónomos gallegos, viene con miedo al futuro inmediato: «Ata agora estiven contenta, gústame o que fago e os clientes responden ben. Pero mesmo teño bastante medo ao que poida vir. Temo que se esqueza pronto o de mercar no comercio local e que o pase mal... oxalá non sexa así», indica.

Luego, sigue al pie del cañón, atendiendo a los clientes y colgando sus nuevos artículos en Facebook. Porque en Rodeiro se prefiere la venta presencial. Pero las redes sociales también cuentan.

carmela queijeiro

Montserrat Costa, vecina de Ribeira usuaria del transporte público

«La mascarilla me la compré yo, y pagué cinco euros» 

A. GERPE

Al mediodía, varios vecinos aguardan la llegada del autobús en la parada de la avenida del Malecón de Ribeira. Una de ellas es Montserrat Costa, vecina de la parroquia de Aguiño que afirma ser usuaria habitual del transporte público: «Conducir no me gusta nada». Explica que tanto ella como su familia residieron en Madrid varios años y que prescindían del vehículo particular. «Es algo poco frecuente aquí, pero a mi me gusta».

Debido al coronavirus, sin embargo, este desplazamiento cercano a los cuatro kilómetros le obliga a invertir mucho más tiempo. El confinamiento ha motivado una reducción de los servicios. Montserrat Costa explica que «llevaba cuatro semanas sin venir a Ribeira, pero hoy tenía que desplazarme para acudir a Correos». Tomó el autobús que pasa por Aguiño a las diez de la mañana y como en el trayecto solo se tardan unos minutos le sobró tiempo hasta que pudo tomar el transporte de regreso a su casa: «Poco después de las once ya había hecho todos los recados y ahora llevo sobre hora y media esperando, porque hasta las 12.30 no pasa el siguiente. Ahora ya estará a punto de llegar».

Con la bolsa de la compra a su lado, Montserrat Costa aguarda sentada en la parada con la mascarilla puesta. Manifiesta que le parece correcta la adopción de una norma de este tipo. En su caso, afirma que compró el protector: «Lo compré hace tres días y pagué 5 euros. La de mi hijo me costó 7».

Explica que ante las restricciones impuestas por la pandemia, lo más incómodo es tener que aguardar tanto tiempo: «Antes podías tomarte un café, pero ahora no tienes ni un lugar al que poder ir al servicio en caso de necesidad. Salvo que sea imprescindible, espero no tener que volver a desplazarme a Ribeira en las próximas semanas.

Reparto a los viajeros

Aunque Montserrat Costa decidió adquirir una mascarilla ante las nuevas normas del Gobierno central para el uso del transporte público, el conductor dispone de protectores para quien no los tiene. De entre las personas que aguardan para coger el autobús al mediodía en la avenida del Malecón de Ribeira, solo hay una que carece del protector. Cuando sube, el chófer se encarga de facilitarle uno antes de que la usuaria ocupe un asiento.

Dentro se guarda la distancia de seguridad. Solo hay un ocupante en cada fila, motivando así que el autobús vaya con menos de la mitad de pasajeros. En la parada ribeirense también se encuentra Kalidou Abou Sy, perfectamente equipado con una mascarilla sanitaria. Señala que el que acaba de llegar no realiza el recorrido que desea: «Quiero ir a Noia, pero desconozco cuál es el horario en la actualidad».

xoan a. soler

Alén Tarrío, bar Pampín, de Santiago

«Nos ha ido bastante bien e incluso he tenido que sacar a dos empleados del ERTE» 

X. M.

Para Alén Tarrío, propietario del restaurante Bar Pampín de Santiago, quedarse en casa parado durante el estado de alarma no era una opción, por lo que decidió reinventar su negocio y adaptarse. Usó su moto personal para el reparto, comenzó a operar vía WhastApp y, aunque el servicio a domicilio en principio encaja más con la comida rápida y lo suyo es la cocina tradicional gallega, hace ya tres semanas que empezó a servir a domicilio sus especialidades y le ha ido muy bien. «Este domingo, incluso superamos la facturación habitual. Tenía mis dudas, pero para nosotros ha sido genial. Los chichos en escabeche se agotaron, la empanada de maíz nunca nos llega la que hacemos y el jarrete estofado lo vendemos muchísimo, quizás es lo que más», explica.

Consciente de que, al estar confinados, sus clientes tienen más tiempo para cocinar, pensó que lo mejor era optar por preparar platos muy elaborados, de los que necesitan muchas horas entre fogones «porque la gente no se mete en elaboraciones de dos o tres horas», apunta. El domingo, como era el día de la madre, hicieron como plato especial el arroz con bogavante «pero para que quedase bien lo enviamos para terminar en casa con unas instrucciones con la proporción de caldo y el arroz ya marcado con el bogavante. Era por reserva de lunes a miércoles y el martes ya estaban todas las raciones vendidas», afirma.

Desde esta semana, también empiezan a ofrecer el servicio de recogida de pedidos en el local pero, aunque ellos cobran tres euros de gastos de envío, cree que la mayor parte de los clientes seguirán prefiriendo que se lo lleven a casa. La receta del éxito de Tarrío lleva mucho de optimismo y unas buenas dosis de querer mirar hacia adelante. «Muchas noches no duermo, porque la situación es la que es, pero qué iba a hacer, ¿quedarme en casa?, eso nunca», afirma este hostelero compostelano que dice estar contento. «Nos ha ido bastante bien e incluso he tenido que sacar a dos empleados del ERTE porque no me parecía ético coger una empresa para servir a domicilio teniendo a mi gente en casa», añade.

César Quian

Amparo Muñoz, jubilada en A Coruña

«Una hora de espera para cobrar la pensión» 

A. Mahía

El Cantón coruñés, la zona de paseo de toda la vida, ofreció este lunes una imagen inédita. Todo eran colas de personas guardando distancia para entrar en las entidades financieras. Ni la ancha acera de la zona del Obelisco daba para semejante muchedumbre. Ahí, en cien metros, se concentran algunas de las sedes de los principales bancos y cada uno de ellos tenía su propia cola. A los clientes los esperaba en la puerta un guardia de seguridad que les daba paso a medida que salía otro cliente. Dentro había aforo limitado y todas las medidas higiénicas a disposición del visitante. Eso supuso que alguno tuviese que esperar más de una hora y media para ser atendido. Antonio Huertas no madrugó y se encontró a las 10 de la mañana con una cola que llegaba a la parada de taxis, a unos 30 metros de la puerta de la sucursal. «Ando con los papeleos de los créditos ICO y necesito que me atienda un empleado. Para estas cosas los cajeros no sirven», dijo. Tras él se encontraba Amparo Muñoz, pensionista, que dice que se hace «un lío» con la tarjeta de crédito y siempre prefiere «sacar dinero por ventanilla». En otra cola, en otro banco, esperaba Alberto Esteban. Abrió una cuenta la semana pasada para cobrar el ERTE y no le había llegado a casa la tarjeta. Por lo tanto, «una hora de espera». Esa fue la imagen del lunes en las entidades bancarias del Cantón y del resto de la ciudad. Porque además de la acumulación de gestiones pendientes, hay que tener en cuenta que estamos a principios de mes y eso siempre llena la sucursales.

XOAN CARLOS GIL

Carolina Lagoa, peluquera en Vigo 

«Te sientes más torpe, hay que adaptarse»

B. R. Sotelino

En la peluquería viguesa So Chic (Álvaro Cunqueiro, 31) estaban deseando empezar a trabajar. Las tres personas que la llevan reanudaron ayer su actividad con muchas ganas, con la agenda de citas llena y una sensación extraña: «Es diferente, pierdes más tiempo porque no estás ubicada, creo que necesitaremos un par de días para adaptarnos, pero bien, porque por lo menos podemos arrancar», indica Carolina Lagoa, que lleva diez años con este establecimiento ubicado en una zona de habitual trajín, a unos metros de la plaza de la Independencia.

La peluquera aprecia que esta vuelta a la nueva normalidad tiene poco que ver con la antigua realidad. Al ansia de la clientela se añade que las citas tienen que espaciarse más debido a que la capacidad ahora es más limitada «Y así no da para cubrir gastos, pero hay que ir viendo. Además dar citas a horas exactas en peluquería es imposible, ya que cada trabajo lleva tiempos diferentes», argumenta.

La profesional añade que «la higiene es algo que, lógicamente, llevamos a rajatabla. No solo nosotras vamos protegidas. A todo el mundo le pedimos que traiga su mascarilla y guantes y si no les es posible, se lo facilitamos aquí». Carolina piensa que aún quedan muchos detalles por pulir, desde dónde cuelga la ropa que lleva puesta la persona que entra a la desinfección de todos y cada uno de los productos que usan en cada servicio. «Todo eso hace que te sientas más torpe» admite.