Un asador: «Quizás me vuelva a Argentina, aquí la cosa está muy brava»

e. v. pita VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

M.Moralejo

Carlos Ortiz compró 300 kilos de carné para el día del Padre y, desde el confinamiento, solo ha tenido cuatro pedidos a domicilio. Ha hecho un ERTE a la plantilla del restaurante.

02 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«No sé qué pasa, la gente se está volviendo vegetariana o vegana en sus casas porque en quince días solo he tenido cuatro pedidos a domicilio», dice Carlos Alberto Ortiz, que regenta el asador argentino El Mapuche, del que también es cocinero. En el congelador guarda 300 kilos de carne que compró para servir a los comensales del día del Padre y el fin de semana siguiente. Tras el real decreto del estado de alarma por el COVID-19, más de 220 personas cancelaron su comida o cena, de ellas 90 que tenían reserva para el 19 de marzo. Ahora también es el único que trabaja en el restaurante porque, al comenzar la cuarentena, hizo un ERTE y mandó a casa a los empleados. «Estoy yo solo, pues soy el dueño y el cocinero», explica.

Su local hace esquina en la calle Rosalía de Castro con Canceleiro y, al igual que, muchos restaurantes del barrio, solo sirve comida a domicilio con la verja entreabierta. Pero no ha tenido éxito. «Los clientes piden pizzas y hamburguesas y yo soy el único que sirve carne. Serví un pedido a unos vecinos, y los demás el domingo, el sábado y el día del padre».

«Bajo de casa al restaurante para mantenerlo limpio. Puse el cartel de entregas a domicilio pero en quince días solo recibí cuatro pedidos. Estoy aquí para que el asador no se venga abajo, para limpiarlo a fondo y por tareas de mantenimiento. Hice una importante inversión en carne argentina que está envasada al vacío y que durará tres meses. Las ensaladas y verduras lo tiré todo porque no se puede congelar», señala.

Carlos Ortiz ya hace sus cuentas para la vuelta de la cuarentena. «Esto va para largo pero una vez que se levante el confinamiento será un cambio progresivo, los clientes querrán guardar las distancias y por eso he pensado poner solo 35 mesas en vez de 60, así como tres mamparas, para estar todos separados», afirma. De todos modos no es muy optimista: «La gente se está quedando sin dinero, los que viven al día no sé cómo van a hacer, ni los empleados que están gastando sus ahorros». Eso se traducirá en menos clientela. «La hostelería está mal, el 80 % no sé si va a cerrar. Quizás voy a volver a Argentina porque aquí está la cosa muy brava. Allí tengo casa donde vivir y aquí pago alquiler», dice.