Tal y como lo explican los responsables de la investigación, su intención era indagar en la cuestión de si las distintas emociones tienen el mismo significado en las distintas lenguas. Y para ello analizaron la semántica de las emociones en 2474 lenguas habladas a través de su colexificación. Esto es, el fenómeno lingüístico por el se nombran conceptos relacionados semánticamente con la misma palabra u otra muy similar. Un análisis que permitió comprobar que en todas las lenguas existen redes semánticas entre distintas emociones y sentimientos pero que la naturaleza de estas redes varía significativamente según la familia de lenguas analizada. Algo que se explica atendiendo a que cada cultura las siente o percibe de forma diferente o, cuando menos, con diferentes matices.
Y en lo que respecta al amor resulta especialmente llamativo o chocante el caso de las lenguas austronesias -habladas en la región comprendida entre Madagascar, el archipiélago malayo y Oceanía; es decir, comprendidas en una determinada región geográfica o zona que comparte muchos aspectos culturales-. En estas lenguas, las palabras para referir «amor» y «lástima» o «pena» coinciden o se solapan, lo que indica que o bien no asocian el estar enamorado con algo tan maravillosos o bien que sentirse apenado no es algo necesariamente negativo. Vaya, que ni noche ni día, sino «entre lusco e fusco».