El regalo de Obélix a la Terra de Melide

Xosé Ameixeiras
xosé ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

SOCIEDAD

X. A.

No es Carnac, en la Bretaña francesa, ni tampoco es que anduviese Obélix repartiendo menhires por la Terra de Melide y la comarca de Arzúa, donde se conserva un curioso conjunto de monolitos prehistóricos

15 nov 2019 . Actualizado a las 13:46 h.

No hay noticia de que René Goscinny y Albert Uderzo hayan traído de paseo a su personaje Obelix por el corazón de Galicia para llenar de menhires la Terra de Melide. No es ficción, sí realidad que en este territorio hay cuatro monolitos prehistóricos que permiten imaginarse un viaje en el tiempo hasta retroceder unos 6.000 o 4.000 mil años.

¿Y dónde están? El primero de ellos, el más fabuloso está en la parroquia melidense de Campos. No muy lejos de un castro. Lo descubrieron en el 2011 cuando intentaban ampliar la pista de O Casal. Se le vino abajo un tramo de muro y apareció el megalito de seis metros de alto. Ni una pala mecánica fue capaz de erguirlo. Es gneis puro, una roca metamórfica muy dura, también conocida como ollo de sapo. Los dueños de la finca dudaron si colocarla a la orilla de la carretera o llevársela para el corral de su casa. Ganó la propuesta de la esposa. Sara Seijas prefería que la gente lo viese a la orilla de la carretera, en el límite de una finca recién sembrada. No está señalizado y está enterrado 1,50 metros. En su parte más ancha alcanza casi 1,80 metros. No tiene grabados ni símbolo alguno. Por allí anduvo el intelectual Florentino Cuevillas en 1933 y certificó otros yacimientos arqueológicos, pero el menhir seguramente estuviese bien oculto formando ya parte del muro.

Los técnicos del Museo Terra de Melide, Cristina Vázquez y Xurxo Broz, dan completa información sobre lo que para ellos es una «xoia arqueolóxica».

Pero hay más. En el vecino municipio de Boimorto, en San Martiño de Andavao, hay otros tres elementos. Sobrevivieron gracias al buen sentido del propietario de la parcela en la que estaban, Luis Seoane. ¿De dónde pueden haber salido? Pues de un círculo lítico, de un lugar de culto a los antepasados, un espacio tributo a las divinidades o un punto relacionado con observaciones astronómicas. Pero son especulaciones. Alguno de ellos tiene rasgos antropomórficos, pero al estar fuera de su lugar original están descontextualizados. Igual había más, pero no se sabe dónde podrán haber ido.

El primero de ellos fue situado justo en la cuneta de un cruce de caminos. Al frente de un enorme maizal con un bosque de robles y castaños al fondo. A su vera huele a menta. Está toscamente tallado y tiene rasgos escultóricos típicos del Neolítico, pero yace humilde al paso de gentes, tractores y autos.

El segundo se encuentra a unos 50 metros del anterior. También a la orilla de una pista y en el límite de otro maizal. En este caso, el menhir está escoltado por una hilera de robles y tomado por un manto vegetal. Algo más alto que su compañero anterior no llega a los dos metros. Cristina Vázquez y Xurxo Broz apuntan que son el patito feo de la arqueología, pero no dejan de generar interrogantes.

El tercero está en otros 50 metros, en medio del maíz. Es el más grande de los tres de Andavao. Alcanza los 2,20 sobre el nivel del suelo y es más grueso. No tiene el aire fálico de los anteriores, que se semejan a algunos de los que forman el crómlech de los Almendros, en el Alentejo portugués. Están los tres a un paso de una capilla, donde hay una imagen de Nosa Señora da Cabeza a la que acuden muchos romeros a curar sus males.