Antes del apóstol, Casa Avelina

Toni Silva CARRAL / LA VOZ

SOCIEDAD

A. S. RODRÍGUEZ

Los peregrinos han convertido este bar de Carral en un templo de devoción «por el familiar trato de las dueñas»

10 abr 2019 . Actualizado a las 10:10 h.

No se puede decir que Casa Avelina, un bar-estanco, sea el edificio más bonito del Camino Inglés. Es un bar de carretera, en este caso la que une Betanzos con Mesón do Vento. Pero desde hace mucho tiempo peregrinos de medio mundo lo han elevado a la categoría de templo jubilar. Las redes sociales y los comentarios públicos de los caminantes reconocen que sus dos anfitrionas, Avelina y Mari Carmen, les han dejado una huella en el alma que se resisten a sacudir.

Porque ambas se desviven por los caminantes que pasan en dirección al cercano albergue de Bruma. Los peregrinos siempre han sido aquí una tradición, pero desde hace dos años, cuando la Xunta reformuló las rutas, hizo pasar de forma oficial el Camino Inglés por delante de la puerta de este bar, popular en la comarca por sus torneos de tute.

-Pero que lles dan para que as queiran tanto?

-Nada, charlamos con eles, dámoslles bocadillos...

Los bocadillos de Casa Avelina son proporcionales al cariño con que reciben a los caminantes. Ellas se adaptan a las necesidades de los peregrinos. ¿Que quieren comer fruta? Se baja a la tienda a por ella. ¿Que duelen los pies? Pues diseñan unos taburetes ad hoc. ¿Qué se quieren aislar en la lectura? Les regalan libros donados por un matrimonio de la zona, Manolo y Amelia. Aquí hay de todo. 

Hay mil anécdotas que ilustran el amor de Casa Avelina que deja tocados a sus clientes. Una muy reciente, de febrero: «Recibimos unha carta de Estados Unidos firmada por Stella e Joseph, unha parella nova que fixo o camiño en decembro», relata Mari Carmen. Y en algún lugar del trayecto, quizá incluso en Santiago, compraron un décimo de lotería de Navidad, que ha sido premiado con 120 euros. Ante la imposibilidad de cobrarlo en su país remitieron el décimo a Casa Avelina, añadiendo unas palabras: «¿Podría usted canjearlo y contribuir el dinero a la capilla de San Roque?». Mari Carmen llora mientras lo cuenta. Porque no hay más prueba de fe en ellas que este gesto. «Uns peregrinos portugueses nos enviaron unha foto encendendo unha vela por nós». Más lágrimas.

En una especie de rebotica del bar guardan infinidad de recuerdos donados por los peregrinos que, al tiempo que juran que nunca olvidarán el trato recibido, les piden que tampoco los olviden a ellos. Al igual que el décimo de lotería, a este rincón del municipio de Carral, llegan fotos desde numerosos países para agradecer por carta el trato recibido. Y en la página de Google no se leen más que alabanzas a este rincón gallego. «Entramos a tomar algo calentito porque estaba lloviendo...y casi nos quedamos para siempre. Carmen es la personificación de la amabilidad, la dulzura y el cariño a los peregrinos. Sin duda alguna, conocerla, ha sido una de las mejores experiencias del Camino Inglés», dice un peregrino llamado Juan. «La amabilidad de Avelina y su hermana es insuperable», escribe Pablo López. «Sensación de haber llegado a casa», dice un tercero. «En este bar el peregrino se siente como un nieto en casa de la abuela», describe Anna Claisen. 

«Dos apóstoles...»

Las dos hermanas atienden codo con codo la capilla junto al sacerdote Fernando Isorna. «Son dos apóstoles del camino, son de una humildad infinita, atienden a todo el mundo, les aplican cremas en los pies a los que lo necesitan, regalan chubasqueros...», dice el cura. ¿De dónde sale ese espíritu generoso? Sin duda es innato. Pero ellas mismas recuerdan un duro episodio de 1994 que les marcó. En apenas un mes, ardió su vivienda a causa de un rayo, su padre murió a los pocos días y su madre, Avelina, quien da nombre al negocio, fue operada de cáncer. «Os veciños reuníronse e xuntaron cuartos para axudar a levantar a casa, iso marca para sempre, sabes?».