Cuando el cielo le gritó a Munch

SOCIEDAD

Las nubes estratosféricas polares son muy díficiles de observar
Las nubes estratosféricas polares son muy díficiles de observar NASA

Un extraño y espectacular fenómeno atmosférico pudo inspirar la famosa obra del pintor noruego

01 abr 2019 . Actualizado a las 08:01 h.

Es una de las pinturas más famosas de la historia del arte y uno de los cuadros más misteriosos. En El Grito de Munch sigue sin estar claro qué significa el gesto del protagonista ni qué motivó esa reacción. Una nueva teoría, presentada por el Museo Británico, propone que la persona no está gritando sino escuchando un grito. Esta tesis se basa en el descubrimiento de un epígrafe que escribió el artista noruego: «Sentí un gran grito en toda la naturaleza».

Todo apunta a que la voz que reclamó su atención provenía del cielo. En la obra se puede apreciar un espectacular crepúsculo anaranjado. Durante años se entendió que el cuadro era un reflejo de la meteorología de la época, marcada por la explosión del volcán Krakatoa, en Indonesia, en 1883. Las partículas volcánicas en la atmósfera dispersan con más intensidad el color azul y dan paso a tonos más cálidos. Resulta habitual que después de una erupción volcánica surjan este tipo de cielos. El pintor inglés William Turner, de comienzos del siglo XIX, inmortalizó en su obra los atardeceres que produjo durante meses la explosión del Tambora.

Sin embargo, Edvard Munch no pintó el cuadro hasta 1893 y en diez años las partículas volcánicas ya tendrían que haber desaparecido. Así que la hipótesis de las nubes producidas por el Krakatoa siempre ha generado cierto debate. El pasado año, científicos noruegos presentaron una nueva propuesta que explica qué provocó esa reacción de asombro. Fue la presencia de un tipo de nube espectacular en el cielo de Oslo que resulta muy difícil de observar ya que únicamente aparece durante el invierno en regiones cercanas a los polos y en muy raras ocasiones. Su nombre científico es nube estratosférica polar aunque también es conocida como nube nácar o madreperla. Se forma en la Estratosfera, entre los 15 y los 25 kilómetros de altura, a temperaturas muy bajas y están formadas por cristales de hielo.

Aparece durante el ocaso, cuando luz blanca se descompone al interactuar con ellos, dejando ver algunos de los colores del espectro visible. Es decir, se produce un fenómeno de iridiscencia, que permite observar los colores del arcoíris sobre la nube. Esto es lo que le proporciona una belleza única. La versión extendida del epígrafe sustenta esta teoría. Un día de enero de 1892, justo un año antes de pintar el cuadro, Munch escribió: «De repente el cielo se volvió rojo sangre y sobre la ciudad pendían unas nubes llameantes. Me quedé temblando de ansiedad y sentí un grito grande e infinito a través de la naturaleza».