La importancia del jugar por jugar

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Denuncian ante la ONU la pérdida del derecho de los niños al juego no dirigido

12 nov 2018 . Actualizado a las 16:57 h.

Los niños españoles ni juegan suficiente tiempo, ni lo hacen con la suficiente libertad. «O que para nós era a rúa ou xogar polo monte no rural, eses xogos sen obxectivos, foron pouco a pouco relegándose a un segundo plano, a algo anecdótico», advierte Nuria Lago, psicóloga educativa y vocal de la sección educativa del Colexio de Psicoloxía de Galicia. «Moitos pais pensan que ese xogo non serve para nada e organizan a vida dos nenos cun montón de actividades», corrobora Hipólito Puente, vicedecano del mismo colegio y psicólogo educativo. «Hemos convertido el juego en una actividad utilitaria», diagnostica Concha Sánchez, profesora titular de Ciencias de la Educación de la UDC.

Se trata de una situación común a muchos países, que choca con el artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño (CDN), en donde se alude al juego y el esparcimiento. «Es un derecho menospreciado y violado», subraya Jaume Bantulà, profesor de la Universidad Ramón Llull de Barcelona y miembro del Observatorio del Juego Infantil. Tras estudiar con Andrés Payá, de la Universidad de Valencia, todo tipo de informes relativos a este derecho, formularon una denuncia ante el Comité de los Derechos del Niño de la ONU. En ella queda de manifiesto «una situación de olvido del derecho al niño al juego». Además plantearon «una serie de indicadores a nivel internacional, que permitan medir el avance de las políticas de infancia que incluyan ese derecho».

En plena era de las fiestas de bolas, las consolas, la idea del educar jugando y los parque con todo tipo de protecciones, ¿a qué juego se refieren estos especialistas? «Defendemos el juego no estructurado y no dirigido -explica Bantulà-. Ese juego ha sido contaminado por padres y educadores, que están encima de los niños impidiendo que estos exploren, descubran, aprendan y se relacionen a través del juego». En ese sentido, Concha Sánchez va más allá. Habla de la propia terminología: «Nosotros hemos dicho que eso es juego, pero en realidad es una exploración del mundo. Al llamarle juego le hemos puesto un objetivo, el nuestro. Todo es rendimiento y rendimiento, se juega para algo. Los padres parece que se han convertido en empresarios de sus hijos y evalúan su rendimiento. Y no, son ellos los que deben marcar la finalidad de su juego, que es algo que sale de dentro».

La situación descrita resulta común en la gran mayoría de los países desarrollados. «Existe una tendencia internacional, tanto en el ámbito familiar como en el escolar y el social, de reducción del juego -señala Bantulà-. Se dedica mucho menos tiempo al juego. Están los deberes, las actividades extraescolares, la televisión, el uso de las nuevas tecnologías... Pero también la reducción de espacios de juego. La calle y las plazas han dejado de ser escenarios en los que la infancia pueda deambular de una forma no protegida. Nos encontramos muchos parques en los que se establece un perímetro en el cual se puede jugar dentro. Ello impide el desarrollo de muchas otras formas de juego».

Tan básico como leer o escribir

La importancia capital del juego en el desarrollo del niño queda de manifiesto desde el propio ámbito educativo. «Desde mi punto de vista el juego libre es tan importante como aprender a leer o a escribir», asegura Paula Gundín, directora del colegio British Royal School de A Coruña y el grupo de escuelas infantiles Os Pequerrechos. «Es fundamental que los niños salgan del colegio y jueguen. Y si se manchan, mejor. Eso significa que han explorado y se lo han pasado bien», añade.

¿Qué problemas plantea dejar a un niño sin poder ejercitar ese juego por el juego? «O neno pode ter pouca tolerancia á frustración. No xogo hai que esperar a quenda, escoitar ao outro e agardar e ter paciencia, por exemplo», apunta Nuria Lago. «Si el juego es el mecanismo de socialización del niño, el haberle robado ese juego puede producir problemas como la falta de autoestima, de capacidad de resolver problemas, de saber aceptar unas decisiones y de aprender todo lo que el juego permite. El aumento de enfermedades depresivas y angustia nosotros los asociamos a la carencia de ese juego», expone Jaume Bantulà.