«Christine Keeler foi unha vítima»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

CESAR DELGADO

El emigrante conoció a los implicados en el escándalo Profumo, la crisis que sacudió al Gobierno británico y cuya última protagonista, la modelo que propició el escándalo, acaba de fallecer

13 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El 7 de junio de 1963 La Voz informó de la dimisión del ministro de la Guerra británico, John Profumo, el momento crucial de un escándalo que acabaría por conocerse con su apellido. Interpelado por el Parlamento, Profumo negó haber tenido una aventura con la joven modelo Christine Keeler, pero enseguida se demostró que mentía. Peor aún, Keeler mantenía relaciones con otros hombres, entre ellos Yevgeny Ivanov, agregado naval en la embajada soviética en Londres y sospechoso de espionaje. En plena guerra fría, que el ministro responsable de la defensa británica compartiese amante con un agente ruso, y que además mintiese sobre ello, era inadmisible. Profumo dimitió y Keeler fue condenada a cárcel por cargos de conspiración. Hasta su muerte el pasado día 4 a los 75 años, ella era la última superviviente del escándalo.

El emigrante betanceiro José Luis Couceiro Vicos conoció personalmente a los principales implicados en la crisis. En 1959 había llegado al Reino Unido para trabajar en Hundridge Manor al servicio de lord Ednam, a tan solo cuatro millas de la mansión de su cuñado, lord Astor. Fue en esta última donde en 1961 Profumo conoció a Keeler gracias a la intermediación de un osteópata, Stephen Ward, cuyo ansia por ascender socialmente le hizo bisagra entre los mundos de alta alcurnia de los lores y la clase obrera donde reclutaba a chicas jóvenes para sus fiestas.

A la clase trabajadora pertenecía Keeler. Nacida en 1942, su padre la abandonó siendo niña. A los 17 se quedó embarazada y, obligada por su madre a dar a luz a escondidas en casa, el bebé murió seis días después. Juró que nunca más le volvería a pasar. Couceiro la vio cuatro veces en Hundridge Manor. «Parecía unha escultura», recuerda. «Tiña un porte, unha elegancia, fóra do común. Cando falaba, chegaba con dúas frases para saber polo acento do ambiente do que viña», añade el emigrante, quien cree que fue ese contraste de clases lo que la convertía en irresistiblemente atractiva en aquel entorno que aún vivía como en la serie Downton Abbey.

En Hundridge Manor, José Luis Couceiro también conoció a Ward, a quien le tuvo que buscar un atuendo apropiado para la etiqueta que exigía el lugar. «Era un desastre. Había que deixarlle de todo, de calcetíns a camisas ou os xemelgos para os puños», evoca. «Pero era moi intelixente, tiña moita labia e dábase moitos aires, supoño que para sobrevivir naquel ambiente». Ward trataba a Astor de reumatismo y el noble le había cedido un cottage en su finca, donde se había instalado Keeler: Profumo la vio nadando en la piscina y ahí empezó su relación.

Couceiro también atendió al cuarto implicado, Ivanov, quien acudió a cenar en Hundridge Manor con su uniforme de gala de la marina soviética. Así lo recuerda el emigrante, al igual que los larguísimos cigarrillos con filtro de tabaco cosechado en los Balcanes que el ruso repartió entre los asistentes.

Como tampoco se olvida del revuelo que se formó cuando se destapó la crisis y el asedio mediático a sus protagonistas. Ward, juzgado por proxenetismo, falleció durante las vistas por una sobredosis de somníferos, alimentando todo tipo de teorías conspirativas. Ivanov murió en 1994 y Profumo en el 2006 tras haberse retirado de la vida pública para centrarse en obras benéficas. Keeler, por su parte, arrastró toda su vida las sombras del escándalo. Le fue difícil mantener un trabajo y una estabilidad económica. Couceiro lo tiene claro: «Foi unha vítima do establishment británico, que non lle perdoou unha crise que case derruba a todo un goberno».