Carmina

Beatriz Pallas ENCADENADOS

SOCIEDAD

23 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Era cuestión de tiempo que alguien apuntara con el dedo al anuncio de la lotería de Navidad, que por algo es el más famoso del año y coquetea con el delicado mundo de las emociones. Los colectivos de pensionistas se rebelan contra por la imagen que el reclamo ofrece de ellos, con esa bondadosa abuela a la que un pueblo entero engatusa cuando ella cree, por error, que su boleto ha sido premiado. Critican que se ahonde en estereotipos alejados del envejecimiento activo y no les gusta la forma en que se aborda el deterioro cognitivo. Más que alegrar, la ilusión ficticia de Carmina deja un poso amargo que no solo perciben los jubilados. El enredo, que en Good Bye Lenin funcionaba gracias al humor de las triquiñuelas ideadas para proteger a una madre del declive de un viejo mundo que se desmoronaba, transmite aquí a muchos desasosiego por la salud de la anciana y por saber cómo encajará que Montoro no ingrese los millones en la cartilla.

Pocas bromas se han hecho esta vez con el anuncio. La mejor de ellas ha sido el sketch de Buenafuente donde este le revela la verdad a una Carmina-Terele Pávez llena de pieles y joyas que, lejos de regalarle el dinero a su hijo, ha sido poseída por el furor consumista.

Desde que se fueron la vitalidad del Calvo con su embriagadora música de Doctor Zhivago, la apuesta por la emoción y las lágrimas es un terreno resbaladizo y opinable en el que no siempre se acierta.