Alberto Juffé: «El corazón solo es un músculo»

SOCIEDAD

Pinto & Chinto

Conoció a Alfonso Castro Beiras haciendo la residencia en el hospital Puerta de Hierro y juntos montaron el servicio de cirugía cardíaca en A Coruña

20 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Alberto Juffé (Buenos Aires, 1945) se toma un té blanco antes de contestar con mucha seriedad a mis preguntas. Le confieso que yo soy uno de esos miles de gallegos que andamos felices por el mundo gracias al servicio de cirugía cardíaca que él montó en A Coruña junto con Alfonso Castro Beiras: «Siga la dieta», me dice.

-¿Cómo acabó en Galicia?

-Llegué a España en 1972 a hacer la residencia al hospital Puerta de Hierro. Allí conocí a Alfonso [Castro Beiras], que también era residente. En el año 90 me llamó y me dijo que tenía una oferta para mí: la jefatura de servicio de cirugía cardíaca y la dirección del programa de trasplantes. Viajé con mi hijo, lo revisé todo, lo hablé con mi mujer y decidí aceptar.

-Usted ya vino desde Argentina con la familia.

-Sí. Cuando decidí trasladarme a España tenía una novia de hacía dos meses. Le dije que si quería acompañarme, que nos casábamos. Y así hicimos. Vendí un Fiat 600 que tenía, saqué el billete y cogimos el avión.

-Fue una buena apuesta esa que hizo con aquella novia.

-Fue una apuesta enorme, porque hemos seguido juntos hasta hoy.

-No tardó mucho en hacer el primer trasplante de corazón en Galicia.

-Seis meses. Parecía mentira que en 1990 no se hubiera desarrollado aún en Galicia la cirugía cardíaca. El trasplante nos dio una fuerza terrible. También porque tuvimos suerte y no nos murió ninguno. Eso nos dio un gran empuje. Una vez nos recibió Fraga y me preguntó cómo iba el servicio. Le dije que operábamos a unos 300 por millón, pero que teníamos que llegar a 900. Él me preguntó qué pasaba con los 600 que no se operaban. Pues que se mueren, le contesté. En poco tiempo ya teníamos el segundo quirófano y en unos años pasamos a ser una referencia en España.

-Trasplantar un corazón es... como dar la vida, ¿no?

-Cuando trasplantamos el primero en Galicia recuerdo que, ya terminando, el corazón se puso a latir él solo y todo el quirófano rompió a aplaudir al mismo tiempo. El hombre aún vive, pero le murieron su hijo y su mujer. Es verdad que un trasplante sigue siendo un pequeño milagro, aunque yo no creo en los milagros.

-Usted que ha tocado tantos con sus propias manos, ¿le parece que el corazón es algo especial, el lugar donde reside el amor?

-El corazón no es más que un músculo. Un músculo perfecto capaz de latir a bajo consumo durante ochenta años. Pero mientras la gente siga pensando que es otra cosa, el cirujano cardíaco vivirá en la gloria.

-¿Hay que hacer más caso al corazón o a la razón?

-A la razón, siempre. Es la que te lleva al mejor estado cardiovascular.

-Usted ha vivido muchas historias de personas al límite. ¿A todo se acostumbra uno?

-No. Si el cirujano ya es alguien que ni siente ni padece es mejor que cuelgue el bisturí. Una muerte es una catástrofe para el paciente, para el médico, para su familia... Eso sí, al día siguiente tienes que volver a operar. A mis pacientes, siempre les he contado la verdad. Y también digo que si alguien no quiere luchar por su vida, yo tampoco.

-Lleva 25 años aquí y sigue con el mismo acento, ¿nunca lo pierden los argentinos?

-Mi mujer no lo tiene, aunque era más joven que yo cuando vino. Cuando voy a Argentina, me siento un turista. Perdí todos los códigos... menos el acento.

-¿Boca o River?

-No. Yo soy del San Lorenzo de Almagro. Y cuando vine a España me hice del Barça porque tenía los mismos colores. Mis compañeros de Madrid me lo decían: «¿Pero cómo te haces del Barça?». Cuando me trasladé a Coruña, enseguida me hice del Dépor. Es una buena forma de conocer la ciudad. Iba mucho con mi hija en los tiempos del Superdépor.

-¿Cuál es su afición secreta?

-La filatelia, que es algo que tiene un gran problema: la aparición del correo electrónico. Ahora, la afición es muy escasa. En A Coruña solo hay una tienda y, si entra, verá que nunca hay nadie de menos de cincuenta años. Pero yo tengo una buena colección.

-Se mantiene en forma, ¿eh?

-Sí. Me gusta mucho caminar, y practico algo de Chi Kug, que es una variedad del taichí. Me mantengo en mi peso y la verdad es que me encuentro muy bien.

-Si usted fuera una canción, ¿cuál sería?

-Quiéreme mucho. Yo creo en el amor y el que no crea en eso, va de culo. ¿Sabe por qué dejé mi trabajo? Porque me gusta vivir. Con mi mujer y con mi familia. Durante muchos años primero era la medicina y luego la familia. Y un día decidí invertir los términos.

-¿Qué es lo más importante en la vida?

-Yo creo que la familia.