María Munín, de Vedra, recuerda su experiencia en julio del 2004 a bordo de trenes europeos
05 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Cariño. Es la palabra con la que se suele recordar el viaje en Interraíl, ese rito de paso a la edad adulta que supone pasar más de 15 días sin el ala protectora de los padres. Solos ante el peligro. El tren, la mochila y los amigos. María Munín (Vedra, 1984), se subió al vagón en julio del 2004. Segundo verano de carrera. Ella y tres amigas más escogieron la zona de Francia, Luxemburgo, Bélgica y los Países Bajos. Y viajando se pasaron 17 días: «Aínda hoxe forma parte do top five das viaxes máis importantes da miña vida», recuerda María. «É a primeira viaxe na que te enfrontas ti soa, coas túas amigas, a todas as vicisitudes que poden xurdir durante unha viaxe». Lo corrobora Adrián Dios (Outes, 1989), que en el 2008 recorrió las grandes capitales europeas y en el 2011 el Interraíl lo llevó a conocer la antigua Yugoslavia. «É a primeira viaxe na que dependes só de ti mesmo buscarte a vida». El alojamiento más barato, y eso cuando lo hay. «Moitas veces quedabas sen aloxamento e durmías nos parques e para aforrar alternábamos unha noite nun albergue con outra nun parque e nunha estación». Y a veces ni eso, porque la primera noche de Interraíl, Adrián tuvo que dormir en la calle. «As estacións en París pechan pola noite. Nós chegabamos no derradeiro tren e saiamos no primeiro e non sabiamos que pechaban». Así que llegada la hora, los dejaron en la calle. Pasaron la noche en un soportal.
También hay que resolver todo tipo de situaciones. «Hai que buscar a comida máis barata, comer moito de bocadillo» y sobre todo, soltarse con el inglés «e aprender as catro palabras básicas do idioma do idioma local».
El Interraíl impacta, y mucho. Tanto, que cuando María Munín llegó a París decidió que se iba a esforzar al máximo para conseguir la plaza de Erasmus que la llevase a pasar un año allí. Al final, lo consiguió. Y en el 2007 hizo su Erasmus -el otro gran pegamento de la juventud europea- en la ciudad del Sena.
Para Adrián, lo más importante es el intercambio cultural. «Aprendes idiomas e o mellor é cando coñeces xente do lugar». Todavía recuerda cómo una chica de su edad le contaba sus recuerdos de los bombardeos de Belgrado, que visitó. «Era a primeira vez que vía a guerra tan de preto». Y la guerra había ocurrido en Europa. Cerca de casa.
Así que tanto uno como otro están completamente de acuerdo con que se le dé a todos los jóvenes la oportunidad de experimentar qué es el Interraíl, aunque dudan de que esa medida por si sola permita cohesionar el espíritu europeo: «A Unión Europea tería que traballar en moitos máis ámbitos para dar a coñecer as vantaxes da integración europea», dice María, que añade «todo o que sexa facilitar a mobilidade dos mozos é moi importante». Y repite la misma frase que dice Adrián sobre la importancia de viajar: «Abre a mente». Con mochila o sin ella.