El día que se apagó la Gran Manzana

Victoria Toro NUEVA YORK / CORRESPONSAL

SOCIEDAD

Mañana se cumplen 50 años del gran «blackout» de 1965, que dejó Nueva York a oscuras

08 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Eran las 5.13 de la tarde del martes 9 de noviembre, ese momento tras el ocaso en el que la noche es ya inminente. Millones de personas se disponían a salir de trabajar para regresar a sus casas y muchas otras estaban en sus coches, en los trenes o en el metro, viajando hacia sus hogares, cuando se produjo un pequeño fallo en una central eléctrica de la provincia canadiense de Ontario. Debido a un error humano que había tenido lugar unos días antes, el sistema de la central reaccionó como si fuera una sobrecarga peligrosa. Durante los tres minutos siguientes el sistema eléctrico se convirtió en una larga fila de fichas de dominó cayendo una sobre otra y así fue interrumpiéndose todo el servicio eléctrico de la zona noroeste de América: ocho estados de Estados Unidos y dos provincias canadienses se quedaron a oscuras. Más de treinta y cinco millones de personas vivirían durante las catorce horas siguientes en una oscuridad solo mitigada por una afortunada luna llena. Entre ellas, los habitantes de Nueva York.

«¿Miedo? Claro que tuve miedo, mucho», recuerda la gallega Rita Cadio, entones una joven de 19 años que había llegado hacía solo cinco a vivir a la ciudad de los rascacielos desde su A Coruña natal. Como la mayoría de los que vivieron aquel apagón, Cadio recuerda lo mucho que tuvo que andar y la bondad de los neoyorquinos. «Me recuerdo con unas botas blancas cruzando el puente de Brooklyn», dice. Rita trabajaba entonces en Manhattan. «Era mi primer trabajo», explica, pero vivía en Brooklyn. «Los neoyorquinos tenemos una cosa -asegura-, cuando sucede algo malo nos volcamos en ayudar». Ese gran espíritu de ayuda de los habitantes de la Gran Manzana ha sido evidente cada vez que la ciudad se ha enfrentado a algún desastre. Pero la primera vez fue aquella, el 9 de noviembre de 1965.

En el momento en el que la ciudad que parecía invulnerable se quedó a oscuras, 800.000 personas viajaban en su red de metro, muchos miles subían o bajaban en los ascensores de sus rascacielos, otros tantos iban a bordo de trenes y muchos más circulaban en sus coches por las calles de la ciudad. El ayuntamiento llamó a todos aquellos miembros de las fuerzas del orden que podían echar una mano, jubilados, retirados, de permiso? Diez mil guardias nacionales y cinco mil policías fuera de servicio patrullaron la ciudad junto a los miembros de sus fuerzas de seguridad. Pero no tuvieron que enfrentarse a ninguna situación dramática, como sí ocurriría en apagones posteriores: en el apagón de 1977 hubo numerosos desórdenes públicos, saqueos y pillaje. Aquella noche de 1965 se produjeron cinco informes de saqueos y queda para la historia como una de las más pacíficas desde que existen registros de delincuencia en la ciudad.

Los que también se organizaron fueron los neoyorquinos de a pie. Peatones que circulaban por las calles fueron conscientes del desastre que podía producirse con los semáforos fuera de servicio y comenzaron a dirigir el tráfico en todas aquellas intersecciones a las que no llegó la policía. Momentos después del apagón dejó de haber taxis libres pero los conductores fueron generosos. «Los conductores iban recogiendo a la gente -recuerda Rita- y te llevaban hasta donde necesitabas».

Hubo algunas pequeñas islas de luz. Algunos condados de Massachusetts y Nueva York que contaban con pequeñas centrales eléctricas llegaron a tiempo de desconectar éstas de la red y mantuvieron la electricidad en sus áreas. Algunas cadenas de la televisión local que contaban con generadores pudieron seguir emitiendo programas sobre el apagón, pero fueron programas que nadie vio porque la gente no podía encender sus televisores. El New York Times consiguió sacar el 10 de noviembre un periódico de diez páginas gracias a que encontraron una rotativa en una de aquellas escasas islas de luz. Pero el resto de los millones de personas que pasaron esa noche sin electricidad se fueron a dormir.

No hubo repunte demográfico

Un año después comenzó a circular una leyenda urbana. El culpable fue el New York Times, que publicó una serie de artículos en los que varios médicos aseguraban que justo nueve meses después del apagón se había producido un repunte de los nacimientos en la ciudad. Durante años aquella leyenda ilustró de forma romántica el gran apagón. Pero en 1970, el demógrafo de la Universidad de North Carolina, Richard Udry, decidió investigar si había ocurrido realmente. Revisó los registros de nacimientos ocurridos nueve meses después del apagón en toda la zona que lo sufrió y lo que descubrió es que no había ningún cambio con respecto al resto del año. Udry demostró que la actividad sexual de los neoyorquinos no se incrementó con la falta de luz, o que si lo hizo no tuvo resultados. Lo que sí provocó aquel primer gran apagón hace cincuenta años fue la certeza de que Nueva York era vulnerable.