¡Pulpo y agua son compatibles!

SOCIEDAD

Antonio Cortés

Miles de personas despreciaron la lluvia y celebraron la fiesta en O Carballiño

11 ago 2014 . Actualizado a las 13:02 h.

Se ha visto que era una leyenda negra. Y se desmorona. Fin del cuento. El agua y el pulpo son compatibles. La práctica lo ha demostrado, aunque tampoco haya que decir que es lo más aconsejable, que no lo es, pues, francamente, resulta incómodo comer al aire libre en un lugar idílico como el parque de O Carballiño mientras llueve. Sin embargo, la imagen de miles de devoradores de pulpo ocultos bajo paraguas, chubasqueros y gorras, como la que ayer ofrecía el pulmón de la villa ourensana que pasa por ser la capital mundial del pulpo, constituye una prueba definitiva. Que a mediodía ya estuviesen llenas las zonas cubiertas con toldos no extrañaba. Que otras mesas sin techo hayan estado vacías todo el día, expuestas como estaban a la lluvia caída de forma suave y constante durante todo el día, parece normal. Pero que en el recinto oficial, con capacidad para 1.600 personas y desembolso de 30 euros por comensal, propios y ajenos mantuvieran el pulso contra los elementos, es más que una declaración.

El alcalde de O Carballiño, Argimiro Marnotes, no había considerado necesario acudir a las clarisas con esa ofrenda de huevos de probada eficacia para el buen tiempo en bodas, bautizos y primeras comuniones. La predicción de la doméstica estación meteorológica del centro de FP de O Carballiño le daba suficiente confianza. Iba a empezar a llover a las siete de la tarde del domingo, le decían. No fue así. A las nueve de la mañana, que es la hora de empezar a colocar las potas donde luego se cocerán miles y miles de kilos de pulpo, ya llovía. La edición número 52, dedicada a los gallegos que residen en Cataluña, estuvo pasada por agua. Y si en alguna ocasión se elevó a más de 80.000 personas el número de visitantes, esta vez queda en 60.000, en la versión más optimista. Bajó, lamentaban unos, la presencia de público en el recinto, lo cual penalizó a la treintena de pulpeiros allí instalados, pero subió de forma espectacular la demanda entre los quince que eligieron la villa. En el parque había sitio y apenas hubo colas. En bares y restaurantes, sin embargo, no cabía ni un alfiler, con esperas de hasta tres cuartos de hora por una ración. El agosto, en esta ocasión, también lo hicieron los vendedores de paraguas: uno a tres euros, con ofertas puntuales de dos por cinco euros. La ración de pulpo, como la de carne cocida, churrasco o costilleta, a siete euros. Precio fijo y nota al margen: las reclamaciones, en el puesto de la Guardia Civil.

La próxima edición, por cierto, estará dedicada a A Coruña.