Schiaparelli regresa a su pedestal

María Piñeiro REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Marco Zanini hace resurgir la marca con una colección a la altura del mito

21 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La atención, casi obsesión, por el detalle y la fuerza de lo vintage convertida en modernidad fueron las dos claves del desfile que Marco Zanini realizó para Schiaparelli, una firma desaparecida en los años cincuenta que el italosueco ha revivido ante la complacencia general del fashion-system.

El reto de Zanini no era sencillo -Schiaparelli es una marca muy imitada, pero claramente extravagante, que se recuperó el año pasado para el gran público gracias a una exposición en el Met-, pero posiblemente el exdiseñador de Rochas era la mejor opción para guiarlo.

Zanini es un experto en el manejo de la femineidad y un gran conocedor de las pautas clásicas de la moda, a la vez que todo un aventurero de la aguja. Y exactamente eso es lo que presentó ayer en París, ante los ojos agradecidos de Jean-Paul Gautier, Carla Bruni o Inés de la Fressange.

Su afán de perfeccionamiento le va como anillo al dedo al legado de Schiaparelli, que ya abrió showroom en el 21 de la plaza Vendôme de la mano de Diego della Valle (presidente de Tod's). Zanini no reparó en esfuerzos: cada una de las modelos desfiló maquillada y peinada de una forma única, cuando lo habitual es que esos dos aspectos se mantengan en toda la colección para darle una unidad que a Zanini no le interesaba lo más mínimo; las telas exhibidas estaban todas pintadas a mano; el diseño de los bordados se sacó de los archivos de la casa y se recurrió a la misma firma que se los hacía a Elsa, Lasage; cada apartado contó con sus propios colaboradores, como las plumas (Lemarié), los guantes (Fabre) y los sombreros (Stephen Jones); los nombres de los trajes resultaron poéticos y evocadores, como La pluie de Paris (La lluvia de París) para un vestido de lunares; y las joyas se convirtieron en coprotagonistas del desfile -Schiaparelli fue la primera en concebir la puesta en escena de sus creaciones como un todo, ropa y accesorios-, y así las hojas de hiedra en cristal fundido treparon por los brazos desnudos.

Zanini incluso jugó con el feísmo que caracterizaba la moda de Schiaparelli, un guiño divertido, una burla a la mera apariencia. Las modelos desfilaron con sandalias platas, eso sí, de cocodrilo y con plumas, porque la moda de la italiana -hija de un noble experto en sánscrito y casada a las veinticuatro horas de conocer a su marido- era excéntrica pero siempre elegante.

El creador quiso quitarse méritos ayer ante la agencia AFP: «Partí de las telas y estampados exclusivos de la casa. Y trabajé con los talleres de París. Es una forma de trabajo artesanal». Jean-Paul Gaultier se mostró entusiasmado con el resultado: «Es muy lindo y poético, loco pero también fácil de llevar».