El último innovador

SOCIEDAD

31 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando conocí a Martín Ferrand, hace ya más de 30 años, me sorprendió con una confesión: «Yo también soy gallego, pero nadie me lo reconoce». Hoy, por lo menos, se le reconoce en los obituarios: nació en A Coruña. Fue un gallego tardíamente identificado. Pero fue, sobre todo, un enorme periodista; «el periodista total», le llamaron en las primeras despedidas, y creo que es una definición acertada. Muy pocos como él fueron o son multimedia. Muy pocos han dominado tan bien el arte de la palabra escrita o hablada, con insólita brillantez y eficacia dialéctica. Y muy pocos, por no decir ninguno, pueden presentar una biografía tan llena de todas las funciones de la comunicación, desde cronista de base a director de medios o desde analista a creador de empresas informativas.

Acabamos de perder, por tanto, a uno de los grandes de la comunicación del último medio siglo. Era tan imaginativo, que llegó a inventar un pensador, Baura, para atribuirle sus propias ideas, citándolo como testimonio de autoridad. En la televisión, su importante humanidad fue un ejemplo de cómo llenar pantalla solo con su presencia física. En la radio lucía una fuerza expresiva que incitaba a la imitación. Y en lo personal se puede decir que fue un renacentista; amante del buen arte que coleccionó; amante de la buena mesa que practicó con fruición? Si hubiera vivido en el siglo XV, lo habríamos visto vestido de cardenal.

Ahora que ya no está, necesito añadir que fue el gran innovador de la comunicación audiovisual. Manuel Martín Ferrand ha inaugurado el comentario político en la radio con su célebre «En menos que canta un gallo», que era un aldabonazo, un toque de alborada, un escalofrío en aquellos difíciles momentos en que la libertad todavía estaba agarrotada por el ruido de sables. Fue el inventor de «Hora 25», cuando la radio privada no podía dar información y, para burlar a la censura, se hacía llamar «un programa de cuestiones actuales». Fue el creador de Antena 3 Radio, que transformó la FM, hasta entonces solo musical, en una frecuencia generalista. Y fue el hombre que abrió la puerta a la televisión privada con la fundación de Antena 3 Televisión. El final de su vida fue una crónica del dolor. Los últimos años pasó más tiempo en el hospital que en las redacciones. El saludo de los amigos era siempre un «¿qué sabes de Manolo?». Yo no lo leía en busca de claves que me ayudaran a entender lo que ocurría. Lo leía en busca de su original perspectiva, de ese menosprecio inteligente de la vulgaridad política, de esa distancia y esa ironía que solo un gallego sabe poner por medio. En su último escrito denunciaba el odio español al talento. No era una opinión. Era un retrato de este país.