El papa controla el banco vaticano

Íñigo Domínguez ROMA / COLPISA

SOCIEDAD

El director de la pequeña residencia de Santa Marta, donde se aloja Francisco, vigilará la actividad del Instituto para las Obras de Religión

20 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El origen del cura que el papa ha colocado por sorpresa en la cúpula del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el controvertido banco vaticano, lo dice todo. Es el director de la residencia de Santa Marta, el hotelito del pequeño Estado que Francisco ha elegido para vivir. Es decir, su principal cualidad es que es un hombre del que se fía y al que ha conocido bien estos meses en que desayunó, comió y cenó en su compañía.

Battista Ricca, de 57 años, sale por tanto de un puesto secundario, aunque pertenece al servicio diplomático. Es el nuevo prelado del IOR, un cargo muy particular. Ricca es, en esencia, una especie de intruso metido con calzador en todos los órganos de decisión.

Al margen de la persona elegida -y Ricca tiene fama de serio e íntegro-, el propio nombramiento ha sido sorprendente. El Vaticano lo anunció con uno de esos breves comunicados en los que hay que leer entre líneas. Dice expresamente que ha sido elegido «con la aprobación del santo padre», por si quedaba alguna duda de que es una decisión personal, y añade que es provisional, dando a entender que el organigrama se va a mover. Concluye diciendo que la decisión tiene «efecto inmediato», como con prisa, y eso que hay otros muchos puestos importantes en la Santa Sede que deben ser asignados.

Tal vez sea casualidad, pero están aumentando los rumores sobre una nueva acción de los tribunales italianos contra el IOR, después del bloqueo de las cuentas del 2010 y del apagón de los cajeros vaticanos de enero.

En la práctica, el pontífice casi ha intervenido el IOR metiendo un informador de primera mano para ver qué se cuece dentro. El prelado tiene acceso a la documentación y asiste a los consejos de administración y a las reuniones de la comisión cardenalicia de vigilancia.

Luchas intestinas

La historia del cargo de Ricca lo dice todo. Durante los ochenta, en pleno escándalo de las finanzas vaticanas, el prelado era Donato De Bonis, un oscuro personaje. Entonces salió a la luz que el IOR era usado para blanquear dinero por la Mafia, entre otros clientes. Apeado del cargo en 1993, nadie le sustituyó.

En el 2006 resucitó ese puesto el anterior secretario de Estado, Angelo Sodano, que lo dejó enseguida para meter como infiltrado en el IOR a su secretario personal, Piero Pioppo. Pero el nuevo número dos del Vaticano, Tarcisio Bertone, en guerra con Sodano por el poder, se hizo con el control. En el 2010 mandaron a Pioppo de nuncio a Camerún y el puesto quedó vacante.

En los últimos años, el IOR ha sido escenario de otra batalla entre Ettore Gotti Tedeschi, el presidente del banco nombrado por Benedicto XVI para que hiciese limpieza, y Bertone, que se resistía a ceder su poder. La pelea salió a la luz con los papeles del Vatileaks, y Gotti Tedeschi fue defenestrado en mayo del 2012. Como había hecho Sodano, Bertone nombró un nuevo presidente del IOR en febrero, cuando Ratzinger estaba a punto de irse y sus días como secretario de Estado estaban contados. Designó al alemán Ernst Von Freyberg, que fabrica barcos de guerra. Francisco, que ya ha recordado que «San Pedro no tenía una cuenta en un banco», aún no le ha recibido.

Hay incluso rumores de cierre y en el banco están muy nerviosos. Desde luego deberá decir adiós a sus tapujos históricos y a sus cuentas secretas. Por eso sus responsables emprendieron en las últimas semanas una acelerada campaña de transparencia que incluyó la identificación de los titulares de sus 19.000 cuentas y más entrevistas de Von Fryberg en la prensa que las que dieron, sumadas, los anteriores presidentes. Un día antes de la designación de Ricca se publicó otra del director general, Paolo Cipriani, que decía que la entidad es «esencial» e «imprescindible» para la libertad de la Iglesia.

Pero siguen pasando cosas raras. Un asesor de Cipriani muy vinculado al IOR, el abogado Michele Briamonte, está siendo investigado por movimientos ilícitos de capital en la entidad. En febrero se produjo una escena de película en el aeropuerto de Ciampino. Briamonte aterrizó en un avión privado con monseñor Lucchini, secretario personal de Bertone, y la Guardia di Finanza los paró para registrar sus maletines. Ellos exhibieron el pasaporte vaticano y sortearon el obstáculo, pero se rozó el incidente diplomático.

Un nuevo escándalo

El último escándalo es de estos días. La Fiscalía de Salerno investiga por blanqueo de dinero a Nunzio Scarano, responsable del servicio de contabilidad del APSA, el ente que gestiona el inmenso capital inmobiliario del Vaticano. Aparecen cheques justificados como donaciones, de origen poco claro. En total, 580.000 euros. Todo empezó por una denuncia de Scarano. Habían robado en su casa. ¡Y vaya casa!, una mansión de 400 metros cuadrados en el centro de Salerno, un antiguo convento comprado a unas monjas donde atesoraba cuadros, joyas y muebles valiosos. Scarano resultó ser socio de inmobiliarias y constructoras. Naturalmente, tiene cuenta en el IOR.