La inesperada renuncia de Benedicto XVI

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Su intención es retirarse a un monasterio del Vaticano y «servir de todo corazón» a su iglesia «mediante una vida de oración»

12 feb 2013 . Actualizado a las 00:13 h.

La inesperada retirada de Benedicto XVI no sólo sorprendió a la Iglesia católica, sino al resto de religiones y al mundo de la política. Tras una larga reflexión, Joseph Ratzinger actuó con libertad y decidió renunciar a la Silla de San Pedro, algo muy poco habitual para un papa. Tras varios escándalos y en medio de una crisis de fé, la Iglesia católica contará dentro de poco con un nuevo pontífice.

Para guiar a los más de mil millones de católicos desde el Vaticano se necesita «vigor tanto del cuerpo como del espíritu», según afirmó hoy el propio Benedicto XVI, quien ya había hablado previamente sobre la posibilidad de que un papa renunciase a su puesto. Millones de creyentes empezaban a preguntarse ya por la salud de Ratzinger, de casi 86 años, al igual que durante años sufrieron con la enfermedad su predecesor, Juan Pablo II. Benedicto XVI, entonces una de las personas más cercanas a Karol Wojtyla, siguió de cerca su calvario y sacó sus propias conclusiones. «Se puede renunciar en un momento sereno, o cuando sencillamente no se pueda más», dijo Ratzinger en el 2010 en su libro entrevista «La luz del mundo», de Peter Seewald.

Para el brillante teólogo alemán era importante no dejar a su iglesia en medio de una crisis, y de éstas ha habido bastantes desde que en el 2005 iniciara su pontificado. El escándalo de abusos sexuales hizo temblar los muros del Vaticano y también generó controversia el intento de acercamiento de la Iglesia católica a la ultraconservadora Hermandad de San Pío X. Por si fuera poco, en 2012 saltó el escándalo «Vatileaks» sobre el robo de documentos papales, que acabó con la condena (y posterior indulto) del mayordomo del pontífice y mostró las intrigas y luchas internas de poder.

Benedicto esperó a que pasaran todas estas crisis, aunque ya sentía el peso de la edad. «Cuando un papa llegue a la clara comprensión de que física, psicológica y espiritualmente no puede seguir llevando a cabo las encomendaciones del cargo, entonces tiene el derecho, y bajo algunas circunstancias también el deber, de dimitir», afirmó en «La luz del mundo».

Aunque su decisión no está relacionada con una enfermedad grave y sigue siendo un ágil pensador, Ratzinger ya no se sentía en plena forma ante un mundo tan rápidamente cambiante. Aún así, acababa de atreverse con las nuevas tecnologías e incluso había empezado a tuitear.

Para comunicar la noticia que ha conmocionado al mundo entero, Benedicto XVI escogió un pequeño consistorio, en el que originalmente sólo se iban a decidir una serie de beatificaciones y se iba a abrir el periodo de ayuno antes de Semana Santa. Pero todo cambió tras unas cuantas frases del papa en latín.

Los observadores del Vaticano han intentado siempre averiguar cuál era el estado de salud del papa, los medicamentos que tomaba, si parecía cansado... Pero quienes asistían a sus audiencias siempre hablaban de un papa despierto e interesado por todo lo que pasa en el mundo. En las últimas semanas y meses los expertos ya se habían dado cuenta de que no se habían anunciado nuevos viajes del pontífice para 2013, y ni siquiera se había confirmado si estaría presente -como suele ser habitual- en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, que se celebrará del 23 al 28 de julio. Quizás era ya una señal de que la difícil decisión se venía madurando desde hace meses y de que el papa no debía ser la única persona del Vaticano en estar al corriente de ello.

La primera renuncia voluntaria de un papa en siete siglos provocó un perplejo silencio en el Palacio Apostólico. «Nadie se lo sugirió o le empujó a ello», afirmó poco después el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, que la calificó como «una decisión de dios, que merece respeto».

Benedicto XVI no participará en el cónclave que elegirá a su sucesor. Y el Vaticano está seguro de que la Silla de San Pedro estará de nuevo ocupada en marzo, de forma que el nuevo papa pueda dar la bendición en Pascua. ¿Y Joseph Ratzinger? Su intención es retirarse a un monasterio del Vaticano y «servir de todo corazón» a su iglesia «mediante una vida de oración».