21 de diciembre del 2012: Refugios para el fin del mundo

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Este búnker se construyó aprovechando el desnivel de una pequeña loma anexa a una propiedad.
Este búnker se construyó aprovechando el desnivel de una pequeña loma anexa a una propiedad. abq< / span>

El apocalipsis que el calendario maya augura para el viernes impulsó la fabricación de búnkeres. Algunos se han construido en Galicia

19 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El temor a una guerra atómica y la búsqueda de seguridad privada eran los dos motivos por los que, hasta ahora, ciudadanos españoles encargaban búnkeres nucleares a empresas especializadas que se los fabricaban en sus viviendas. El apocalipsis maya previsto para este viernes ha sumado en los últimos meses un argumento más, hasta el punto de que «un 30 % de los refugios que se están encargando se corresponden con esa superstición». Así lo afirma Antonio Alcahúd, ingeniero responsable de la empresa Refugios Atómicos ABQ.

«En Galicia hemos instalado cuatro refugios por lo del calendario maya», con la peculiaridad de que, «al llover tanto, solemos encontrarnos la zona freática enseguida y es necesario usar hormigón impermeable en algunos jardines», ilustra este ingeniero afincado en Cataluña, que «como hombre de ciencia» no cree «en esas supersticiones» pero que respeta «las distintas formas de pensar y las demandas particulares» de sus clientes: casi cuatrocientos hasta la fecha en España.

¿Y qué necesidades tienen los gallegos que intuyen un holocausto el viernes y se preparan para una larga estancia en el búnker con sus familias? Exigen resistencia de la estructura, la posibilidad de sobrevivir muchos años en su interior y una habitabilidad excelente. «Existen soluciones que permiten hasta 20 años de autonomía», precisa Alcahúd.

Para garantizar la supervivencia durante ese tiempo el aire «no es un problema, pues se toma del exterior y se filtra», y la presurización del refugio «se puede mantener un par de décadas». El agua, que es preciso potabilizar, se saca de la traída, «que podría seguir funcionando», pero también «de grandes depósitos y pozos. Incluimos además un sistema de destilación porque la clave es tener varias vías de suministro por si alguna fallase».

En cuanto a la energía, se mantiene la red eléctrica, pero el búnker tiene también placas solares y grupos electrógenos de gasóleo, cuya capacidad se puede administrar «hasta 24 años». La comida «tampoco es un problema», según Alcahúd, porque existen «liofilizados que resisten 35 años sin nevera».

La conexión a Internet, por si funcionase, y una simple radio «a manivela para evitar las pilas y la electricidad» completan el kit básico de supervivencia en el búnker. Para ver si todo va bien en el exterior no hay más remedio que salir. Eso sí, «con traje y máscara».