«¿Es mucho pedir que nuestros hijos tengan una vida digna?»

Patricia Blanco
patricia blanco A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

Gustavo Rivas

Dos madres coruñesas con niños dependientes denuncian que la reducción de prestaciones «nos acabará asfixiando»

23 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Amelia Arenas escribe en un papel lo que cree que no va a poder expresar oralmente, aunque después lo consigue. Redacta: «La ley de Dependencia es una protección social de justicia», «Ni ante los dependientes se paran los recortes» y «Somos madres que ya no tenemos fuerzas». Describe la situación en su casa, apoyada por una amiga, Esther Anido. Ambas tienen hijos dependientes en grado máximo: Rubén, de 14 años, y Paula, de 10. «El caso de su pequeña es aún más complicado que el del mío, y los habrá peores, pero algo tenemos que hacer. Yo estoy desesperada», dice Arenas.

Desde agosto, la Consellería de Traballo e Benestar aplica la reducción (un 15 %) en las ayudas a los cuidadores no profesionales que atienden a familiares dependientes. Fue aprobada en julio por el Gobierno central, en su reforma de la Ley de la Dependencia. En el caso de estas madres supone pasar de unos 520 a 442 euros al mes. La cotización a la Seguridad Social pasa a ser voluntaria, por lo que si los cuidadores como ellas quieren hacerlo, tendrán que pagar. Hasta ahora no. Motivos como estos sacaron ayer a la calle a centenares de personas en Galicia. Denunciaron que los cambios -entre ellos, el incremento del copago- abocarán a los discapacitados intelectuales a la exclusión social. «No es dinero para nosotras, no nos hacemos ricos. ¿Es mucho pedir que nuestros hijos tengan una vida digna?». Esther cifra en 800 o 900 euros los gastos que «un mes normal» puede tener su hija. Tuvo que adaptar la casa, comprar un coche especial, una rampa, una silla de ruedas «carísima», buscar un colegio especial, terapias, medicación, alimentación especial... Da las gracias a Asociación de Parálisis Cerebral (Aspace) de A Coruña. «En mi caso es algo menos, pero 80 o 100 euros se nos van en pañales al mes», dice Amelia.

La situación se agrava, en su caso, con un hijo mayor diabético que necesita tratamiento («y nos ha subido la insulina») y escasos recursos que entran en casa. «Teníamos una cervecería y tuvimos que dejarla. Ahora mi marido tiene una pequeña tienda, pero no da nada. Para llegar a esta casa en A Zapateira tuvimos que trabajar mucho. Aún nos faltan unos años para acabar de pagar, y temo que tengamos que malvender todo», vaticina.

«Es imposible trabajar fuera»

Solo vestir y asear a sus hijos por la mañana ya las deja «baldadas». Las dos se preguntan: «¿Cómo buscar o tener un trabajo fuera de casa si un día sí y otro también tienes que pedirlo para las revisiones? Ninguna empresa asume esa situación». En cierto modo, Amelia dice que «estos recortes son una forma de desahuciarnos». Su día «no se corta»: la preocupación es constante, «por las noches no duermes, todo cambia, y ves que su calidad de vida va a ir a peor. Si los recortes llegan a los dependientes, ¿qué nos queda?». Su testimonio pretende ser el de muchos gallegos: «Nadie está libre de esto». Amelia incluso busca movilizarse, crear una asociación de madres. La consellería dice que aplica una norma estatal; y el Ministerio correspondiente, que las autonomías, aunque no tengan ahora los mismos recursos, sí tienen los «suficientes» para hacer frente a «determinados casos». Amelia y Esther alegan: «Acabamos quedándonos solas».

TESTIMONIO dos madres coruñesas con niños dependientes