Armstrong regresa a las estrellas

andrés losada REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

El primer hombre en pisar la Luna falleció ayer por complicaciones cardiovasculares

26 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

«Houston, aquí la base de Tranquilidad. El águila ha aterrizado». Neil Armstrong pronunció estas palabras el 21 de julio de 1969 como comandante del Apollo XI, la nave que lo había transportado, junto a sus compañeros Michael Collins y Edwin Aldrin, hasta la superficie de la Luna. Instantes después él mismo bajaría la escalerilla del módulo y posaría su pie sobre el satélite situado a 384.000 kilómetros de la Tierra, abriendo así el capítulo más extraordinario en la historia de la exploración humana.

El primer hombre que llegó a la Luna falleció ayer debido a «complicaciones derivadas de procedimientos cardiovasculares», según explicó su familia en un comunicado emitido por la CNN. Armstrong había sido sometido a una operación de by-pass el pasado 7 de agosto, después de que los médicos encontraran que sus arterias coronarias estaban obstruidas.

A los 82 años, el antiguo astronauta vivía en su casa de campo ubicada en Lebanon, Ohio. En ese mismo estado nació en 1930 y empezó a aficionarse por la aviación, tras realizar su primer vuelo a los seis años en un aeroplano Ford Tri-Motor. Con quince años ya tomaba lecciones de vuelo -antes de sacarse el carné de conducir- y en la universidad cursó estudios de ingeniería aeronáutica.

Convertido en aviador, en 1950 fue enviado a la guerra de Corea, donde voló en 78 misiones de combate. En las dos décadas siguientes trabajó de ingeniero, piloto de pruebas, astronauta y administrador de la NACA y su agencia sucesora, la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio (NASA).

Tras pasar por la base Edwards, a principios de los 60 obtuvo una plaza de astronauta y se desplazó a Houston, donde fue sometido a cuatro años de duro entrenamiento con la meta puesta en el programa Apolo, impulsado por el presidente John Fitzgerald Kennedy para que los americanos fueran los primeros, por delante de la Unión Soviética, en poner un hombre en la Luna. La guerra fría estaba en su punto álgido y Moscú ya había propinado varios reveses a Washington con su programa Sputnik.

Dejó la NASA para dedicarse a la enseñanza

En septiembre de 1966, Armstrong efectuó un vuelo con David Scott en la misión Gemini VIII. Se acopló con éxito al módulo Agena, en lo que fue el primer amarre de dos cápsulas espaciales. Luego llegaría la preparación para el Apollo XI. «Pensaba que eran de un 90 % las posibilidades de volver sanos y salvos a la Tierra después de este vuelo. Pero solo teníamos un 50 % de posibilidades de posarnos sobre la Luna en esa primera tentativa», confesó el propio Armstrong.

Tras su histórica misión, llegaron las loas, los galardones y los reconocimientos, pero él, de carácter introvertido, no se sentía a gusto. En 1971, dos años después de tocar la gloria, dejó la Nasa para dedicarse a la enseñanza en la Universidad de Cincinnati hasta 1979. Después, formó parte de numerosos consejos de administración de diferentes empresas de electrónica y aeronáutica.

«Para honrar a Neil, tenemos una simple solicitud -expresaron ayer sus familiares-. Honrar su ejemplo de servicio, cumplimiento, modestia y la próxima vez que camine afuera en una noche clara y vea la Luna sonriente, creo que Neil le dará un guiño».