Los teoremas de Homer

Cristian Reino BARCELONA / COLPISA

SOCIEDAD

La popular y ácida serie televisiva «Los Simpson» incluye un sinfín de teorías y tratados sobre ciencia

22 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Todo un premio Nobel de Química, Dudley Herschbach, admitió en su día que lo único que conocía el gran público de él era su aparición en Los Simpson. Como él, han estado con la familia amarilla el paleontólogo Stephen Jay Gould o Stephen Hawking. La ciencia no es ajena a esta serie, hasta tal punto que la revista Nature catalogó la ficción de animación, que lleva 22 años en antena, como «uno de los mejores programas de divulgación científica de la televisión».

Marco Malaspina, periodista, científico y profesor del Instituto Nacional de Astrofísica de Bolonia, acaba de publicar en España La ciencia de los Simpson (editorial Bromera) y explica que en la serie hay dos miradas hacia la ciencia: una superficial y otra mucho más sutil, dirigida a un público muy entendido en la materia. «¡En esta casa se respetan las leyes de la termodinámica!», le grita Homer a Lisa cuando ella está construyendo una máquina de movimiento perpetuo. «Los guionistas -un físico y dos matemáticos- tratan de evitar ser explícitamente didácticos», apunta Malaspina. «Les gusta tratar temas de ciencia porque es uno de los asuntos más interesantes de nuestro tiempo. Pero ellos son muy cuidadosos para no hacerlo sonar como una forma de enseñanza», añade.

Claudio Horacio Sánchez, ingeniero y profesor de Física de la Universidad de Flores, en Buenos Aires, ha escrito Todo lo que sé de ciencia lo aprendí mirando Los Simpson. Por ejemplo, Lisa no entiende una cosa y Nelson Muntz, el malo de la clase, sentencia: «Es como preguntar por la raíz cuadrada de dos. Nadie lo sabrá jamás». En efecto, es un número irracional. Otro ejemplo es cuando Lisa se pierde en un laberinto y dice: «Vamos a salir aplicando el algoritmo de Tremaux», que consiste en marcar una bifurcación para determinar si se camina en círculo. O cuando Stephen Hawking le dice a Homer: «Tu teoría del universo es muy interesante, te la robaré» mientras Homer se come una rosquilla que, casualidades de la vida, tiene la misma forma que el universo imaginado por Stephen Hawking.