Duelo de orquestas a la luz de la luna

SOCIEDAD

Panorama y París de Noia se batieron ante 7.000 personas para cerrar las fiestas de Melide. La presentación de la primera, absolutamente espectacular, no defraudó

22 ago 2009 . Actualizado a las 03:39 h.

En el fondo, un duelo de orquestas no deja de ser una competición deportiva, rebozada con muchos brillos pero con un fin claro: que el público compruebe quién la tiene mejor y más grande.

La revolución electrónica acabó para siempre con los conjuntos de chimparachín-tumba-dalle, que han quedado relegados si acaso a las bodas y a la sesión vermú. Pero las verbenas nocturnas son palabras mayores, y cualquier pueblo que se precie se mide con el de al lado en función de la orquesta que se contrate para sus fiestas.

En Melide, el jueves por la noche, echaron el resto. En la misma plaza, y a cincuenta metros una de la otra, nada menos que dos de las formaciones más potentes del panorama verbenero de Galicia: París de Noia y Panorama.

Es cierto que el duelo propuesto por la comisión de fiestas de San Roque no es nuevo, y que resulta bastante fácil encontrarse a estos dos espectáculos ambulantes compartiendo cartel. El caso es que, presupuesto aparte, la comisión que se empeña en traer a los de Blas (cantante de la París de Noia) o a los de Lito (alma de Panorama) sabe que tiene el triunfo asegurado.

En Melide no habría la otra noche menos de siete mil personas. Aunque la mayor parte del público venía a pasárselo bien, hay incondicionales de cada una de las dos formaciones, y los de Lito son de Lito y los de Blas son de Blas.

Abrieron el fuego los de Blas; eran las 11.30. En este tipo de atracciones juegan un papel fundamental la hidráulica y neumática. Los camiones escenario son auténticos Transformers, por lo que un vulgar remolque se convierte en una nave espacial con la altura de un edificio de tres pisos, dotada de todo tipo de rampas, escaleras, plataformas y chirimbolos que se abren y se cierran, se suben y se bajan. Y le cargan tantos vatios al sonido que, junto al escenario donde tocaba la París, los melocotones de la frutería La Andaluza e Hijos bailaban en el escaparate.

Después de una profunda carga de percusión y metales, París abrió con el Show must go on de Freddy Mercury. No es fácil imitar bien los agudos del difunto cantante de Queen, y menos si quien lo emula se descuelga desde lo alto del escenario boca abajo, atado por los pies a un trapecio y con los brazos en cruz. Prueben en casa a cantar así, verán.

«Eu estiven con estes cando foi aquela festa que organizou Marcial Mouzo, o da Radio Galega; son bárbaros», decía un paisano a pie de escenario.

-¿Como era que se chamaba o cantante?

-Blas, como o de Epi e Blas.

-¡Efectivamente! ¡Blas, que tipo!

Yanet, la bajista, le hace digitopuntura al mástil de su bajo. Lo tienen todo tan trabajado que se reparten estratégicamente entre el público banderitas para agitar a discreción.

El descenso de los cielos del emulador crucificado de Freddy Mercury impresiona, pero también acongoja; Chris, el cantante, se juega el tipo. El escenario es una mezcla entre un plató de televisión y un ovni, todo lleno de mecanismos, luminarias, pirotecnias y otras palabras difíciles de escribir. Y, ¡Oh, milagro! ?Suena Nessun dorma, el aria del acto final del Turandot de Puccini; que no se diga que la París no hace por llevar la cultura hasta el último rincón de Galicia. Tiene mucho mérito que una orquesta sea capaz de meter en el mismo repertorio a Puccini y a Marta Sánchez.

Lo que más llama la atención desde fuera -también pasa con Panorama- es que el espectáculo es tan visual, hay tantas cosas a las que mirar, que el público tarda en arrancarse a bailar, y eso obliga a Blas y a Ruth a insistir para que la parroquia se suelte.

En la hora y media siguiente, los de la París de Noia se ganan el sueldo, alimentando una gramola de clásicos de todos los tiempos. Y, así, hasta la madrugada.