Apología de la cabezada en la «hora sexta»

JAVIER CUDEIRO

SOCIEDAD

27 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Comencemos con un acertijo: ¿qué tenían en común Winston Churchill, Albert Einstein y Camilo José Cela? Aparte de la importancia de su legado, los tres fueron grandes defensores de una sana práctica, echar una cabezada durante la llamada por los romanos hora sexta, es decir, hacer la siesta. Y es que, si la organización del día nos lo permite, y las vacaciones se pintan únicas para ello, un pequeño descanso después de la comida puede descubrirnos grandes dosis de bienestar físico y psicológico.

Aunque en algún momento se ha considerado que la costumbre de la siesta estaba relacionada con hábitos holgazanes, vida relajada y poco rendimiento laboral propio de climas calurosos, la realidad es muy distinta y los datos que se van conociendo tanto sobre los beneficios para la salud como sobre los países donde más se practica en nuestro entorno, nos proporcionan sorpresas agradables e interesantes. En Europa, los más aficionados al descanso después de comer son los alemanes (22%) bastante alejados de los británicos (15%), españoles (9%) o portugueses (8%). Una siesta es un excelente medicamento, que proporciona beneficios cardiovasculares, mejora las capacidades cognitivas, el nivel de alerta, y el humor, disminuye el estrés, y es muy barata. Además, si para los adultos es altamente recomendable, para los niños hasta los seis años es imprescindible.

En los días de asueto, en los que somos amos y señores de nuestro tiempo, una excelente receta para añadir al menú diario y mejorar el descanso es dormir una corta siesta de duración comprendida entre 10 y 30 minutos. Nos levantaremos frescos, despejados y no tendremos problemas posteriores para conciliar el sueño a la noche. Una siesta será la ayuda perfecta para disfrutar más del verano, aunque desoigamos los consejos de Cela, y en nuestro caso no la hagamos de «pijama, padrenuestro y orinal».