La cúpula de la Iglesia cierra filas en la ordenación del obispo de Lugo

SOCIEDAD

10 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La ceremonia de ordenación de Alfonso Carrasco Rouco como nuevo obispo de Lugo dibujó ayer, en plena polémica entre la cúpula eclesial española y el Gobierno, un escenario muy distinto al de los últimos días. Los cardenales García-Gasco y Cañizares asistieron con el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, y naturalmente con el nuncio del Papa, monseñor Monteiro, a la toma de posesión del sobrino del también cardenal Rouco Varela, que presidió la celebración religiosa en la catedral. Allí estaba también el portavoz de la Conferencia Episcopal, Martínez Camino, recién nombrado obispo auxiliar de Madrid. Y ni siquiera él («Hoy no hablamos de eso...», dijo) quiso referirse a las diferencias con el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. E idéntica postura adoptó, aunque desde un posicionamiento ideológico bien distinto, el propio Blázquez, quien respondió que «no es el momento de hablar» cuando se le preguntaba por esa misma polémica. Fueron nada menos que una treintena los prelados que ayer asistieron a la ordenación de Alfonso Carrasco. Entre ellos, los arzobispos de Santiago, Oviedo, Tarragona y Burgos (Julián Barrio, Carlos Osoro, Jaume Pujol y Francisco Gil Hellín), y el obispo de Ratisbona, Müller. En presencia de autoridades como el conselleiro da Presidencia, Méndez Romeu, y el alcalde de Lugo, López Orozco, y ante una amplia representación de la vida cultural, académica y financiera de la que formaban parte el presidente y el director general de Caixa Galicia, Mauro Varela y José Luis Méndez, el ya obispo recibió la mitra, el anillo y el báculo, símbolo de la dignidad episcopal, de manos de Rouco Varela, que ayer estaba especialmente emocionado. «Nunca vira a Rouco así», decía después quien conoce bien al cardenal nacido en Vilalba. En su homilía, dirigiéndose a su sobrino -muy emocionado también, especialmente al llegar a la catedral-, Rouco recordó las palabras con las que Dios habló al profeta Jeremías: «Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que salieses del seno materno, te consagré [...]. No les tengas miedo, yo estoy contigo». La madre del nuevo obispo, hermana a su vez del cardenal, escuchaba en silencio.