El cartel más famoso del Duero

La Voz E. ESPECIAL | OPORTO

SOCIEDAD

M. M.

08 sep 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Hay ciudades íntimamente ligadas a elementos tan simples como un letrero. Le ocurre a Hollywood, con sus letras gigantes luciendo en lo alto del monte; y le pasa a Gaia, con los enormes caracteres que anuncian junto al Duero la presencia del preciado, delicioso y dulzón vino de Oporto. Y el padre de todos los carteles es el de Cálem, sólo igualado por el de la emblemática marca Sandeman. La fama viene de lejos. Más allá del tamaño de las letras, tres siglos han compartido historia con los vinos que salen de las enormes barricas de madera de Cálem. La bodega, fundada en 1859 como explotación familiar, creció a la par que la fama del caldo más famoso del Duero. Tanto prosperó la pequeña casa de 1859 que hoy en día es un gigante capaz de poner en el mercado cuatro millones de botellas al año. Las uvas fermentadas en Cálem han pasado de recorrer el Duero en barcos rabelos a viajar en el siglo XXI hasta una treintena de países, tan dispares y distantes como Nueva Zelanda, Brasil, Eslovenia y Japón. La artesanía se ha fundido con la mercadotecnia, en una amalgama hecha máquina de fabricar vino y dinero. Y en ese engranaje será clave la rehabilitada sede de la bodega. No es para menos. Por las dos sedes de Cálem junto al puente de Don Luis I pasean cada año más de 100.000 personas, que desde ayer pueden conocer de primera mano la reforma apadrinada por los arquitectos José Luis y Simón Pereiro, y aderezada por las decoradoras Sofía Pernas y Micaela Neira. Tradición y tecnología El efecto logrado es digno de elogio. El olor a madera, vino y piedra de las bodegas tradicionales portuguesas comparte escenario en Cálem con toques de modernidad propios del inicio del tercer milenio. De ahí que en los 4.000 metros cuadrados de sede que posee Caixanova a los pies del Duero convivan barricas más antiguas que muchos países de Europa con auditorios y salones dotados de aquella panacea llamada tecnología multimedia. Desde ayer, Cálem es, además de una bodega, un negocio turístico en toda regla. Junto a las barricas, Caixanova organizará reuniones y encuentros de toda laya, que dispondrán de un auditorio con capacidad para 200 personas, dotado de salas de traducción simultánea. En los espacios anexos, Cálem cuenta con tres locales de reunión y un restaurante que completan la oferta de servicios de este híbrido entre centro de negocios y bodega portuguesa. La propuesta de ocio es otro cantar. Amén de toneles de madera y tragos de un vino más premiado que Steven Spielberg, los turistas se encontrarán con un museo dedicado, como no, al Oporto. En él, Caixanova ha conjugado algunos de los fondos pictóricos de su colección con un paseo por la historia de Cálem y del vino de Oporto. Esta curiosa mezcla genera una buena excusa para que los 100.000 visitantes anuales pasen un rato más junto al vino que le da fama a Oporto. Es, sin duda, un tiempo bien empleado: no en vano, el caldo más nombrado de Portugal sabe mejor a la sombra de los carteles que despiden al Duero y caracterizan Gaia.