De Vigo al Olimpo en siete días

SOCIEDAD

ALFONSO LUBIÁN

El «Queen Mary 2» viaja hacia El Pireo para ser la sede del Comité Olímpico Internacional Aunque se habló de Urdangarin, Gaspart y Chirac, al final sólo apareció Superpiñeiro

05 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

Fue como lo de Amacord , aquella película de Fellini en la que un pueblo entero se echaba al mar para saludar el paso de un crucero, pero en Vigo y con la ventaja de que el buque se acercó al puerto, evitando que el mucho personal atraído por el evento se jugase el tipo remando entre bateas. 20.000 personas, tirando por lo bajo, se colgaron ayer de balcones, pulularon por el muelle de trasatlánticos, atestaron terrazas y soportaron estoicamente horas de sol y calor con una sonrisa en el rostro y una cerveza en la mano. ¿El objetivo? Decir hola y adiós al Queen Mary 2 , el mayor barco de pasajeros que han visto los mares, en su singladura hacia El Pireo, donde se convertirá en la sede flotante del Comité Olímpico Internacional mientras duren los inminentes Juegos. Llegó a las cinco de la mañana, se fue a las seis de la tarde. Breve, pero intenso. En apenas siete jornadas, el próximo jueves, arribará a Atenas. El destino del buque desató la rumorología. Unos apostaban por Joan Gaspart, el ex presidente del Barça y patrón de la cadena hotelera Husa, cruzando a la carrera cual espejismo desde la cafetería del Hotel Bahía, que por algo es de su propiedad. Otros se aferraban a los vínculos olímpicos de Iñaki Urdangarin para situar al duque de Palma a un paso de embarcar en Vigo. Dos desayunos «Me han preguntado hasta por Jacques Chirac; un tipo que al fútbol le llama en Francia balompié, ¿cómo demonios va a subirse en un crucero con el nombre de una reina inglesa?». El demoledor argumento corresponde al consignatario Alberto Durán, factótum de las escalas en la urbe galaica del gigante de los océanos. Gracias a los relatos de Durán, quien jamás ha disfrutado de un crucero por la simple y contundente razón de que su esposa se marea, es posible conocer ciertos aspectos fundamentales de la vida a bordo. El pasaje, por ejemplo, desayuna un par de veces, al mejor estilo hobbit . Beicon y huevos, tostadas, salchichas, zumos y fruta a las siete. Croasán con miel y bollería espesa a las once. De hecho, quien desee rentabilizar el viaje a base de buenas digestiones puede gozar como un pollo, picando todo el santo día, en un restaurante que sólo apaga los fogones a las tres de la madrugada. Para todos ellos, el Queen Mary 2 ofrece el mayor comedor flotante del mundo, para 1.600 comensales. Al margen del potente papeo, el glamur se desinfló como un globo sobreexpuesto al torrefacto calorcillo de agosto. El único famosete que se dejó caer por el puerto fue Superpiñeiro. Y ni siquiera se acercó al buque. Acompañado por un amigo y una venerable señora, el fenómeno de los martes fichó como todos los curiosos, tras la verja de un perímetro de seguridad tan rígido como democrático en sus exclusiones.