Atasco, luego progresamos

SOCIEDAD

09 nov 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

MONTERROSO, feria de Santos. Un espectáculo que nos deja con la boca abierta. ¿La feria? No, el atasco. Por suerte para los monterrosinos, esto sólo ocurre unos cuantos días al año. Pero en muchos otros pueblos del mismo tamaño, el atasco es castigo diario y vicio estructural. Entras en el pueblo X y caes en la congestión; cuando consigues salir de ella, ya no estas en X, de forma que el atasco no lleva a ninguna parte, ni a un estadio donde se juega un partido de la Champions, ni a una manifestación contra la guerra, ni a un concierto de Rosa de España. Sólo lleva a una carretera fluida hasta el próximo atasco, es decir, pueblo. Esto no ocurre porque sí. No debe ser muy agradable ver cómo los coches pasan por tu pueblo querido indiferentes, como por el páramo. Hay sospechas fundadas de que algunos alcaldes no paran de descolocar semáforos y de permitir dobles filas hasta que consiguen tener en su villa un buen atasco que los equipara en ruido, pérdida de tiempo, despilfarro de gasolina y producción de mala leche con las envidiadas capitales. ¡Vaya atasco, hay que ver cómo progresamos!, dicen los maquiavélicos ediles al ver la antigua avenida del Generalísimo hasta los topes. El problema es gordo. Pero no hay mal que por bien no venga. Cuando los excelentísimos regidores de las megápolis gallegas se den cuenta de que esto de los atascos es un vicio de pueblerinos, se decidirán por fin a crear redes de transporte público integradas con los ayuntamientos de sus áreas megapolitanas, se disolverá el atasco y esto no habrá quien lo conozca.