Es complicado escribir unas palabras cuando se trata de despedir a un compañero. Más, si cabe, en mi caso; puesto que, por una cuestión de edad y breve trayectoria política, puede llegar a provocar cierta sorpresa al tratarse de dejar plasmado un recuerdo a alguien que representaba tanto y, todo lo contrario. Dicho esto, lo cierto es que tuve ocasión de compartir muchos cafés con Pampín, jornadas de campaña electoral y alguna que otra tertulia después de diferentes reuniones y encuentros de nuestra formación y, si algo tengo claro, es que Jesús era un hombre de partido. Una persona leal y con ideas claras.
Quizás sus 16 años como concejal eran la causa de caminar con él por el Ensanche y no poder terminar una conversación. Muy querido y respetado, Jesús seguía recibiendo alguna que otra queja o sugerencia de índole política. Él tomaba buena nota y buscaba un momento para trasladarla y compartirla con los que hoy estamos. Generoso, siempre las añadía de sus sarcásticas opiniones. Unas veces en forma de propuesta y, otras, con un “tirón de orejas” por no habernos adelantado a ellas porque él, era un hombre trabajador, perfeccionista y muy exigente.
Son muchas sus andaduras laborales y políticas y, durante el día de ayer, cuando la noticia de su marcha sorprendió y sobrecogió a buena parte de la sociedad compostelana, no faltaban anécdotas recordadas con ojos encharcados y tímidas sonrisas por su forma de hacer y decir las cosas. Era único.
Amigo Jesús. Amigo Pampín. Con todos esos buenos recuerdos es con lo que nos quedamos para ocupar este vacío que dejas. GRACIAS por el legado que nos has regalado. Tu sabiduría, tus consejos, tus críticas constructivas y el cariño y cuidado que tenías por todos nosotros. Descansa en paz satisfecho por el deber cumplido. Tu familia popular no olvidará con facilidad tu huella.