Las protectoras de animales, desbordadas por los abandonos y pocas adopciones

juan aceiro / i. c. SANTIAGO / LA VOZ

O PINO

PACO RODRÍGUEZ

Mientras que en la zona urbana de Santiago preocupa la recogida de gatos, en el rural se centran en la población canina

11 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El verano trae consigo el mayor pico de recogidas para las protectoras de animales. Solo durante junio y julio, en el Refugio de Bando han ingresado 77 perros y 62 gatos, unas cifras que, aunque similares a las del año pasado en las mismas fechas, se hacen más difíciles de llevar, ya que, según Olaia García, directora de este servicio, «as adopcións están custando máis saír adiante, sobre todo as de gatos, dos que agora hai unha gran cantidade na rúa e sen esterilizar». Cada animal supone un gasto medio de manutención de 115 euros al mes. En los dos últimos meses solo se han efectuado 44 adopciones, 22 menos que en el 2018.

Mientras que el incremento de la población felina y la escasez de adopciones se mantienen como las principales preocupaciones de la protectora, las recogidas de canes no parecen haber sufrido ningún cambio drástico, manteniéndose igual que el año pasado. Olaia García señala que, aunque los perros son cada vez menos abandonados en las zonas urbanas y que la mayoría de ellos ya cuentan con chip, «recibimos moitos cans que acompañan aos peregrinos, que lles aparecen en metade do Camiño, lles seguen, e cando chegan a Santiago non saben que facer con eles, así que nolos mandan aquí».

Las tareas de recogida y adopción de los gatos también están siendo especialmente difíciles para la asociación Abeiro, protectora que gestiona seis colonias felinas repartidas por Santiago, que se encarga de mantener y esterilizar. Entre junio y julio, aparecieron «unha camada de sete gatos botados nun contedor de lixo, outra de cinco abandonados nunha caixa nunha parada de autobús e mesmo nos deixaron outros dous fronte ás portas da finca dunha colaboradora», comentan desde la asociación. A esta situación se le suma que «en verán as adopcións páranse bastante e non hai suficientes para tódolos animais abandonados ou que viven na rúa». Abeiro también denuncia la reducción del horario del servicio de lacería, limitado entre las 10.00 y las 14.00, y entre las 16.00 y 20.00 horas.

La situación en el entorno rural llega a ser más complicada, sobre todo con la gestión de la población canina. La Asociación Protectora de Animais do Camino (Apaca) realiza desde el 2016 trabajos de recogida de animales en localidades como Arzúa, Boimorto y O Pino, además de asesorar a vecinos y peregrinos cuando los encuentran heridos o moribundos. «En el Camino Francés de la provincia de A Coruña, excepto Santiago, no hay ni un solo ayuntamiento que tenga un servicio contratado ni ningún protocolo de prevención para estos casos», afirma Raquel Freiría, gerente de Apaca.

A pesar de la creencia extendida, la mayoría de los perros que la asociación recoge no son abandonados por los peregrinos, pero sí hay una cantidad importante que se topa con ellos y los siguen durante kilómetros, que fue del 15 % el año pasado. También en el 2018, el 35 y el 36 % de los perros rescatados por Apaca procedieron de camadas indeseadas y jaurías de caza, respectivamente. «Antes tiraban a las camadas en la basura, pero ahora que hay más control se están abandonando montones de ellas en el monte», explica Freiría. El año pasado, la asociación realizó un programa de castración gratuito para los canes de Arzúa, que aprovechó para calcular un censo aproximado de su población real. Entonces, el municipio contaba con 220 perros anotados en el Rexistro Galego de Identificación de Animais de Compañía (Regiac, pero Apaca estimó que, en verdad, había entre 6.000 y 7.000, casi tantos como habitantes del concello.

La saturación de perros en los municipios del Camino Francés es tal durante estos meses, que la asociación intenta mantener a más de los que se pueden albergar en cada una de las casas de su red de acogida. La situación ha llegado a un punto que incluso el Santuario Vacaloura, dedicado sobre todo al cuidado en semilibertad de animales procedentes de explotaciones agrarias (en especial vacas, caballos, cerdos, ovejas, conejos y patos) también ha notado un aumento de las solicitudes para ingresar a canes. «Hai un par de semanas, nos botaron de noite a un can por riba do valado para que puidera entrar no recinto, e tiña dous perdigóns no corpo», cuenta Inés Trillo, miembro del equipo que gestiona la protectora.