Repartir ilusión devolvió la sonrisa a Julia a sus 29 años, la nueva vendedora del cupón en Arzúa

ARZÚA

Julia Camino inició una nueva etapa vital como vendedora de la ONCE en Arzúa, donde cubre una baja en el puesto que se encuentra en la plaza de Galicia, frente al Café Teatro. Allí está los lunes, martes y viernes de 13.30 a 21.00 horas; y, los miércoles y jueves, tanto por la mañana como por la tarde. Tras perder el 100 % de la visión del ojo derecho, dice que solo el hecho de «tener un motivo para levantarme y salir adelante a mí ya me hace feliz. Y, si encima repartes suerte, aún más».
Julia Camino inició una nueva etapa vital como vendedora de la ONCE en Arzúa, donde cubre una baja en el puesto que se encuentra en la plaza de Galicia, frente al Café Teatro. Allí está los lunes, martes y viernes de 13.30 a 21.00 horas; y, los miércoles y jueves, tanto por la mañana como por la tarde. Tras perder el 100 % de la visión del ojo derecho, dice que solo el hecho de «tener un motivo para levantarme y salir adelante a mí ya me hace feliz. Y, si encima repartes suerte, aún más». CEDIDA

Ella dice haber dejado atrás su versión más superficial para lucir orgullosa el chaleco de la ONCE que también vistió su madre hace un tiempo en el mismo lugar

13 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace un par de años, la vida de Julia Camino dio un giro inesperado. «Me salió un bulto en el ojo izquierdo. Lo tenía más cerrado de lo normal y fue cuando me di cuenta que no veía bien por el otro. Cuando se bajó la inflamación, volví a recuperar la vista. En el oculista me confirmaron que había perdido la visión del ojo derecho», relata esta santiaguesa de 29 años. Fue el inicio de un cambio forzoso que, curiosamente, le acabaría devolviendo la sonrisa, con un nuevo trabajo y esperanza para seguir peleando. «Tengo el ojito derecho como vago. Es algo hereditario. A mi madre le pasó con el izquierdo y, a mi abuela, en el mismo que a mí. Yo ya utilizaba gafas y, con estos antecedentes, siempre estuve mirándome la vista. Luego vino la maternidad... era súper joven, tenía 22, y por dejadez te olvidas de ir a las revisiones».

Julia siempre había trabajado en la hostelería, vinculada a negocios familiares. Se mudó a Melide por el 2017 y allí crio a sus dos hijas, que hoy tienen 6 y 4 años. Le tocó reinventarse, igual que en su día hizo su madre, quien atendía una pescadería en la Praza de Abastos de Compostela antes de que le reconocieran la discapacidad. «En mi caso, empecé a tramitar la carta de discapacidad medio a escondidas. No atravesaba un buen momento familiar y me abría una nueva salida. Me fui mermando entre las cuatro paredes de mi casa. Aunque de puertas para afuera siempre estuviera con una sonrisa, para adentro era distinto... El día que fui a recoger mi chaleco de la ONCE fue la primera vez, en mucho tiempo, que volví a sonreír tan grande. Ha sido una oportunidad increíble para mí, no solo en lo laboral, también a nivel personal y psicológico... yo nunca tuve mi propio sueldo, porque en los negocios familiares todo es un fondo común, y ser por primera vez independiente económicamente me hace sentir realizada. Salgo a vender el cupón feliz, para no tener que pedir nada a nadie. Yo reparto ilusión y lo que no sabe mucha gente es que la suerte es para mí estar aquí», afirma.

Obviamente, perder el 100 % de la visión de un ojo conlleva una serie de limitaciones. «De noche no puedo conducir y soy muy sensible a la luz solar o a los espacios muy claros. En el otro ojo desarrollé una visibilidad de 180 grados para suplementar la falta del derecho, pero tengo miopía y hay que controlar que no vaya a más. Estoy pendiente de cuidar mucho el ojo bueno y no darme golpes en él, porque eso significaría una pérdida de vista total», aclara. Además, en la venta a pie de calle, está expuesta a las inclemencias meteorológicas: «Hay días que estás en manga corta y te asas como un pollo, aunque yo lo que peor llevo es el frío y la lluvia. En ese caso, recoges la mesa y te vas debajo de un toldo. Aquí enfrente, en el bar Praza, me dejan resguardarme en su terraza, como ya hacían con mi madre y otros vendedores de la ONCE que pasaron por este puesto». 

Al haber trabajado desde los 18 años como camarera, «estoy acostumbrada a atender al cliente y me gusta la atención cara el público. Esto es muy agradable. Das los buenos días a la gente y siempre se para alguno, aunque sea para contarte una anécdota. El otro día, a ultimísima hora, le di las buenas tardes a una chica. Estaba lloviendo y dio un paso atrás después de que la saludase para comprarme el cupón. Ser simpática y tener una actitud positiva es importante cuando estás vendiendo una ilusión», añade la compostelana. Confiesa, no obstante, que también se ha encontrado con otros que cuestionan su discapacidad: «"Unha rapaza nova e tan guapa non ten que estar aquí.. a ti non che falta unha perna ou un brazo", te dicen sin ser conscientes de cuál es tu problema». Ella cubre una baja, calcula que por unos 15 días, y, tras este estreno, le gustaría llegar a vender el cupón de forma definitiva en Arzúa o en Santiago, donde tiene familia, «y me siento refugiada».

Con la cabeza bien alta y sin complejos 

Reconoce Julia haber dejado atrás su versión más superficial para lucir orgullosa el chaleco de la ONCE, el mismo que vistió hace tiempo, en esa misma ubicación, su madre, quien ya sabe qué se siente al dar dos grandes premios. «Ser a filla de Maica te abre aquí el camino», indica una veinteañera a la que, el ejemplo materno, le sirvió para normalizar la situación y «no ver la discapacidad como una tragedia». Sus dos hijas fueron a visitarla alguna vez a su nuevo empleo y «les encanta. Querían ser mis ayudantes. Gritaban: ‘¡Cupón del día para hoy!'... algo que yo aún no fui capaz de decir por vergüenza. Y, en casa, juegan con los rascas caducados». Aunque, si alguien le allanó el camino, fue Manolo, dice: «Es el vendedor de la ONCE más conocido de Arzúa. Él ya ayudó a mi madre, y a todo el que viene a hacer una baja o sustitución. Se puso a mi lado los primeros días, animando a la gente a que me comprase el cupón». Un ser de luz, en un mundo que parece incluso más bonito, aún en tinieblas.