Álex y Eunize, de Quesería Prestes: «Notas el cariño cuando la gente te trae quesos de fuera para sumar a tu carta»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

Ambos llevan el día a día de la tienda de quesos de la rúa da Caldeirería, en el casco histórico. Un negocio, apreciado por turistas y compostelanos, en el que enamoran, junto a los muchos quesos gallegos, un queso lituano, un Gouda de cabra holandés o uno austríaco que se recubre con flores. «Diciembre es una locura, con colas y jornadas de llegar a atender a casi 100 personas», avanzan

23 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Es en noviembre, un mes aún tranquilo, cuando el sadense Álex Sánchez, de 32 años, y la bilbaína Eunize Villamor, de 28, gerente y dependienta en la Quesería Prestes, ubicada en la rúa da Caldeirería, sacan algo de tiempo para hablar. «Diciembre ya supone un no parar, con colas, con jornadas de atender a cerca de 100 personas, con los dos quedándonos por la noche para acabar encargos… Pero son días muy chulos, también por los vecinos. El 90 %, con confianza, te pide que, en las tablas, ya le elijas tú los quesos, también algunos especiales», señalan agradecidos, sin negar la acogida de un negocio que, también con su aroma, forma ya parte de la identidad propia de esa calle del casco histórico.

«La tienda se montó al principio más abajo pero, tras unos meses, en el 2010, se trasladó a este local. La abrieron miembros de la familia que fundó en 1991 en San Simón, en Vilalba, la Quesería Prestes. La idea era contar con un sitio donde mostrar sus productos… Pero la tienda ya no dejó de crecer, ampliando su catálogo con quesos de otros países y más especialidades, como dulces, embutidos o vinos», apunta Álex, quien, tras años fuera de España, y teniendo siempre la espinita de la gastronomía, se incorporó en el 2019 al negocio para gestionar su día a día. «Sin saber inicialmente tanto de quesos, es un mundo que me enamoró. Ambos nos formamos durante horas», aclara en plural. «Yo trabajaba en otro sector, en el comercial, en una empresa de Bilbao que abrió sede aquí. Tras unos meses cerró, y con mi pena por no haber podido conocer más Santiago, acabé volviendo... A Prestes llegué en el 2021», evoca feliz Eunize, poniendo Álex en valor que ella, siempre sonriente, se ganó a la clientela. «Mi padre, que es hablador, cada vez que conoce a alguien en Bilbao que viene a Santiago lo manda a la tienda. Así tenemos tantos vascos», bromea ella, admitiendo ambos que es un negocio que al mismo tiempo que atrae al turista también recoge el calor local. «En la pandemia comprobamos que, entre nuestra clientela, un gran porcentaje era de la ciudad. Eso sí, mientras los peregrinos piden quesos gallegos, a los de aquí les gusta también probar de fuera; cosas nuevas», repasa Álex.

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«El 60 % de lo que vendemos son quesos gallegos. Una cifra que se explica porque suelen comprarse en piezas enteras y por salir para hostelería. Un elevado número son de Prestes, siendo el San Simón y su queso azul, el primero hecho en Galicia, los de mayor tirón», afirma, y resalta el aprecio de la gente al apostar también por quesos artesanales y productores pequeños.

«Entre los internacionales hay varios que siempre gustan, como el Comté francés, de vaca, o el Moliterno al tartufo, un italiano de oveja con capas de trufa negra. Aún así, por el que siempre se pregunta es por el lituano Dzigas, de vaca y 36 meses de curación. Si no recordamos mal, se trajo porque a un cliente le gustaba, pero el boca a boca, también por lo atípico, hizo que haya días en los que hasta se venda una pieza entera, de 5 kilos. Eso nos pasa también con el Gouda holandés de cabra, que alguien aconsejó en redes...», prosiguen. «Otra cosa curiosa es ver cómo se salvan reticencias iniciales. Hay un queso de vaca, el Alp Blossom, que se elabora en Austria y se envía a Alemania, donde se recubre con hierbas y flores alpinas. Hasta que se marchitan, es bonito... La gente era reacia a llevarlo. Hoy, sin embargo, sale mucho», refrendan.

«Cuando ves que los clientes van a otros países y te traen quesos por si los quieres incorporar a tu carta, sientes su cariño. Una mujer, de la zona de Escandinavia, se fijó en que teníamos de muchos países, y se acercó con uno de allí, que comimos poco a poco», continúan, poniendo rostro a más fieles.

«Otra señora viene todas las semanas a por un queso de San Simón, una tarrina de requesón y un membrillo... Otro cliente se gasta cada año en un día los Bonos Corazón, con 15 quesos para sus hijos», estiman, y ahondan en cómo se acentuó la cultura por el queso. «Lo notamos en las catas que hacemos, también en las privadas, y a las que no solo acuden turistas», y realzan con esa doble aceptación. «Ilusiona que peregrinos busquen siempre tu tienda y que santiagueses te digan que vienen exprofeso a la zona vieja por los quesos», destacan.