Santiago está afrontando su dramática falta de vivienda con pildoritas que apenas nada calman este dolor, sí, este dolor que sufren tantísimas familias que se ven obligadas a buscar un lugar para vivir fuera de la ciudad que las expulsa después de generaciones aquí establecidas o que no les da oportunidad de iniciar sus nuevas vidas cuando llegan buscando un nuevo futuro. Así, es la ciudad la que no tiene porvenir. La ciudad se desangra. Y no hay ningún motivo razonable que lo justifique. Está muy bien que ahora se vayan a adjudicar 60 viviendas de promoción pública en tres edificios de O Castiñeiriño y Lamas de Abade. ¡¡¡Las primeras en 16 años!!! A ellas aspiran 1.400 personas o familias inscritas en el registro de demandantes de la Xunta. En alquiler y con el límite de 600 euros de ingresos mensuales. En fin... Un registro que es la punta del iceberg de ese drama de dimensiones monumentales. ¿O es que alguien puede creer que son esos demandantes los únicos que necesitan vivienda? Y luego vendrán otras pildoritas ya en elaboración. De acuerdo, es mejor eso que nada, pero se necesitan paliativos de gran alcance. Han pasado ya 35 años desde que Fontiñas dio a Santiago la dimensión de ciudad que hoy conocemos, y que hace mucho que se quedó pequeña. Se decía entonces que el gobierno de Estévez no quería que la capital creciese y que expulsaba a los compostelanos. Pues vaya. ¿Que es lo que se ha hecho desde entonces? Apenas nada. Y el segundo tratamiento de choque, que ya quedó definido desde el 2007, va a ser una solución tardía, porque no empezará a ser realidad hasta el 2030, como pronto. En la zona de Mallou, casi 3.500 viviendas. Siempre y cuando se les den facilidades en la gestión del suelo a los promotores privados y se diseñe un barrio atractivo que venza las reticencias propias de su emplazamiento frío y periférico, bien comunicado pero nada fascinante para vivir. Y, sin embargo, lo que tenemos son las desgarradoras pugnas políticas en vez de acuerdos para ofrecer todas las opciones frente a tanta necesidad apremiante. Vivienda pública, privada a precios razonables, bajos vacíos reconvertidos, incentivos a los propietarios de pisos sin uso... Pero seguiremos así, con pildoritas.