Hace apenas tres semanas, al paso de la dura borrasca Kirk que azotó nuestra ciudad y asoló los parques y los paseos fluviales, comentábamos en esta misma columna la imperiosa necesidad de abordar sin más demora medidas estructurales en las zonas inundables de Santiago, esas por todos conocidas, hasta una treintena, que una vez y otra también acumulan grandes cantidades de agua cuando llueve un poco de más. Con frecuencia nos quejamos de tanta lluvia pese a que aquí no sé si llega a ser arte sobre piedra, como reza el eslogan, en todo caso lo habitual es que sea una lluvia amable excepto cuando la enfurece el viento atemporalado. Salvando las infinitas distancias con la inmensa tragedia de Valencia que nos conmueve y que está movilizando una gran corriente de solidaridad también desde toda Galicia, no podemos ser indiferentes a la necesidad de una nueva relación con el medio en el que desarrollamos nuestras vidas. En lo que respecta al planeamiento urbano, evitando errores del pasado que son clamorosos, y en Santiago basta con dar un paseo siguiendo los tranquilos cauces del Sar y del Sarela para percibirlos. Pero también es necesaria una intervención para dimensionar las infraestructuras de saneamiento y pluviales según las necesidades actuales, producto del crecimiento de amplias zonas urbanas. Ya se sabe que lo que no se ve suele estar ausente de las prioridades de las administraciones públicas, hasta que el problema brota con virulencia a la superficie, como está pasando en los últimos años en las zonas inundables de la red viaria de Santiago. Y parece que, por fin, el Concello ha tomado nota y se mueve. Su nivel de compromiso y su efectividad se verá negro sobre blanco cuando llegue el momento de destinar partidas presupuestarias para tan costosas intervenciones, pero, de momento, estos mismos días, los técnicos municipales están abordando con la instancia autonómica competente, Augas de Galicia, la manera de llevar a cabo algunas de ellas. Serán trabajos difíciles y prolongados en el tiempo, pero ineludibles si queremos avanzar hacia un Santiago ambientalmente sostenible. Y, en el futuro, desde ya, marcar este objetivo a fuego en los planes de desarrollo urbano.